Un grupo importante al interior de la Sociedad Misionera de San Columbano es el trabajo que realizan anónimamente los llamados laicos misioneros, personas que realizan opciónes personales e incluso familiares como el abandonar sus países para realizar una misión y conocer otra cultura, vivirla y compartirla desde su fe.
Es el caso de la familia Kim, que integran Esteban y Verónica, además de sus dos pequeños hijos, quienes en el año 2008 decidieron trasladarse desde Corea hasta nuestro país para realizar la misión que tanto deseaban desarrollar más allá de sus fronteras.
Verónica, nos comenta que la «motivación era vivir de alguna forma más dedicada a Jesús. Estaba buscando mi futuro, mi camino y conocí a los Columbanos a través de mi esposo Esteban cuando aún no nos casábamos. Viajamos a Seúl para conocerlos y tras el matrimonio decidimos salir del país, porque quería vivir la misión en el extranjero. Necesitaba vivir esa sensación para encontrar mi camino».
Ella recuerda que «Llegamos el año 2008 a Chile y al principio me costó acostumbrarse con la gente y la cultura chilena, pero he aprendido bastante y estoy muy feliz porque cada día es un aprendizaje. Hay varias cosas que han costado, como el idioma, son culturas muy diferentes y hay gestos que no entendí bien, pero fui aprendiendo para aceptar».
En la medida que Verónica nos va contando su experiencia como misionera, ella destaca el buen recibimiento y la aceptación que tuvo desde el primer día en nuestro país. «Para poder acostumbrarse se necesita de mucha paciencia y la gente ha tenido mucha paciencia con nosotros, nos hablan lento, nos acogen y nos entienden porque saben que somos extranjeros, entonces estamos aprendiendo mutuamente. Siempre me enseñan algo y yo hago algunas cosas de mi país, como la comida coreana».
En cuanto a su día a día, Verónica relata que «nuestro trabajo principalmente es realizar pastorales familiares, lo que hacemos principalmente en una capilla, que se llama Sagrada Familia en Puente Alto y ahí trabajamos junto con mi esposo Esteban como familia, apoyando a la comunidad en temas pastorales, con jóvenes, compartimos con la gente, participamos de actividades con matrimonios».
En cuanto al futuro, la tarea no es fácil, ya que en 10 meses más termina su misión en Chile y deberán tener un tiempo para reflexionar sobre que quieren hacer. «Nosotros estamos pensando como familia que va a pasar en el futuro. Estamos reflexionando para saber que quiere Dios y que queremos nosotros. De todas formas, independiente de si me quedo o no, siempre estaremos vinculados a los Columbanos y a la Iglesia Católica. Sabemos que va a ser difícil separarse de los afectos que hemos tenido acá, pero así es la vida los misioneros, los peregrinos y la misma vida que es así».