Columbanos en toma El Vergel – Valparaíso

Toma El Vergel: Servir a Cristo en medio de los hermanos Diana hoy se para en la entrada de lo que podríamos decir que es “su terreno” en la toma El Vergel, en la parte alta de Valparaíso, periferia de la ciudad, ahí donde porteños emparejan cerros y quitan terreno a los bosques para tener un lugar donde vivir e intentar soñar una vida mejor para ellos y sus familias. Ese mismo bosque, con el que conviven a diario y es parte de su paisaje cotidiano, fue el combustible implacable del fuego que, intencionalmente fue iniciado a varios kilómetros de distancia afectando a miles de personas que viven en 8 de los cerros de la ciudad y especialmente a quienes vivían en la toma El Vergel. El antiguo hogar de Diana, ciudadana peruana que vive hace 15 años en Chile y de esos 10 en El Vergel, se encontraba en una ladera de la toma, el fuego arrasó con todo lo que tenía. La fragilidad de los materiales con las que se armaban las viviendas hizo que el fuego no dejará vivienda en pie en este lugar. El paisaje al otro día del incendio era desolador, un terrero parejo, sin vivienda y solo escombros. Para Diana fue más terrible aún, ya que no le permitieron volver a construir donde antes vivía porque el terreno anterior se ubicaba en la “zona de riesgo” que definieron las autoridades y donde nadie puede volver a vivir. Hoy Diana ve con algo más de esperanza el futuro. Fue reubicada en otro sector de la toma, donde no tendrá que subir o bajar laderas para llegar a su hogar y de a poco va rearmando el nuevo terreno como su hogar. Diana, su marido y sus tres hijos son una de las tres familias migrantes a quienes se les entregaron y armaron sus casas este fin de semana. La acción solidaria que movilizó a amigos y seminaristas columbanos, trabajadores y sindicato de la empresa Aceros Chile, funcionarias del CESFAM Joan Alsina de San Bernardo, se inició la mañana del viernes hasta la tarde del sábado cuando las viviendas fueron entregadas a las tres familias para que así tengan un lugar más digno donde vivir. “Esos dolores son nuestros, no podemos desentendernos de ellos. Nada humano me es ajeno”. (San Alberto Hurtado) El P. Álvaro Martínez, Director Regional de los Columbanos, explicó cómo se gestó esta iniciativa en el Mes de la Solidaridad: “Los Padres Columbanos hemos donado algunas casas, unas al Arzobispado de Santiago y otras a familias migrantes. Se conversó con el párroco del Inmaculado Corazón de María de Valparaíso para que nos contactara con tres familias migrantes que se hayan visto afectadas por el incendio de abril y que tuviesen el permiso para poder construir en el terreno. Hoy con los voluntarios, seminaristas y amigos columbanos hemos levantado estas casas, en el concepto de la justicia, la paz, la integridad de la Creación y la hermandad en que los columbanos vivimos”. El lugar y las familias escogidas no fue al azar, así lo cuenta el P. Álvaro, “elegimos El Vergel porque es una toma. Nuestra congregación tiene una fuerte inspiración en la justicia social, es parte de nuestra historia vivir y compartir con los más pobres, con quienes viven o están en la periferia. El Vergel es la periferia de Valparaíso, es el margen de la ciudad y estamos con los más marginados de la sociedad, quienes están en toma, además de apoyar a familias migrantes que han buscado un mejor futuro en el país”. Ricardo, otro de los migrantes que recibió una casa, es un trabajador circense que ha recorrido diferentes lugares del mundo y se emociona cuando se le pregunta por qué Valparaíso es el lugar donde se quedó a vivir “El Señor me ha dicho “acá te quedas”, podría haberme quedado en Colombia, Estados Unidos, pero acá estoy. Las primeras semanas luego del incendio fueron difíciles, no quedaba nada. Gracias a Dios la ayuda fue buena, los universitarios llegaron al otro día a limpiar y armar unas casitas de lata para poder quedarnos aquí. Después vino la ayuda de colchones, ropa, comida y mucho más, así uno vuelve a tener esperanza y a decir Señor, gracias”. “Que todo lo que los disminuye me desgarre a mí también" (San Alberto Hurtado) Para los seminaristas columbanos el volver a El Vergel es muy significativo, ya que ellos fueron unos de los tantos de miles jóvenes que llegaron después del incendio ayudar a remover escombros en un terreno desolado por el fuego sin vestigio de que en ese lugar hubiese viviendas. Jorge Luis Vargas, seminarista de San Columbano, cuenta que “ver hoy como han ido avanzando gracias a la solidaridad de las personas que les ha permitido reconstruir sus casas y su vida es algo reconfortante, aunque falta mucho por hacer”. Para Jorge es especialmente “significativo armar estas casas a familias migrantes, encontrarnos con estas familias significa que estamos siguiendo nuestro carisma Columbano. Me ha impresionado también el que sean familias peruanas, venir a ayudar a mis compatriotas en un momento de desolación es gratificante, poder ayudarlos en un país extranjero es increíble, es un don de Dios”. Rafael Ramírez, seminarista Columbano, dice que “ha sido bueno apoyar y acompañar a estas familias migrantes en este momento, para salir adelante y tener la vida un poco más digna. Fue muy fuerte, estar acá luego del incendio, te golpea fuerte conversar con la gente de que además de la perdida de lo material que les costó tantos años lograr, lo que les duele es la perdida de recuerdos, de historias”. Cada acción que se realiza, por pequeña que sea, nunca cae en el olvido sino que deja huellas, tanto en quienes reciben como los que sirven, “llena de esperanza volver y ver que se ha logrado reconstruir algo de lo que tenían, da esperanza el saber de tantos jóvenes que se movilizaron para colaborar para que las familias tengan un mejor vivir”. Para estos jóvenes, que se encuentran en etapas finales de su proceso de formación, este tipo de acciones solidarias van más allá de una mera obra, son parte importante de su formación, “el estar acá me ayuda también a orientar que tipo de sacerdote quiero ser, yo creo que estar con la gente, compartir sus penas y alegrías, ayudarlos a tener un poco más de dignidad en su vida te ayuda a centrar en qué tipo de sacerdote quieres ser y a mí, venir y lo que hemos hecho acá, me ha ayudado mucho” afirmó Rafael. Pedro Navarrete, junto a varios colegas, fueron representantes tanto del sindicato como de los trabajadores de la empresa Aceros Chile en el armado de las casas en El Vergel. Pedro cuenta que la primera vez que llegó al sector, luego del incendio, se puso a llorar “me impactó mucho como estaba el lugar. Tenemos una brigada de emergencia en la empresa y vinimos a días del incendio a ayudar movilizando comida hacia arriba y nos dimos cuenta de la realidad del sector. Uno no es de acá, pero nos marco para el resto de la vida lo que he hemos visto y vivido”. Para los voluntarios armar las casas para las familias migrantes no fue una anécdota, “poder ayudar a armar una vivienda y entregarla a las familias de migrantes es muy emocionante. Con ellos hemos conversado, compartido, acá no hay distingo, somos todos hijos de Dios”, finaliza Pedro, mientras seguía instalando los paneles de la futura casa de Ricardo y su familia.                                                                                                                                                                 “Hoy sólo se cree al testimonio vivo de la vida, al testimonio amoroso del amor, al testimonio fuerte de la fortaleza, al testimonio lleno de optimismo de la esperanza”. (San Alberto Hurtado)   Más fotografías

Toma El Vergel: Servir a Cristo en medio de los hermanos

Diana hoy se para en la entrada de lo que podríamos decir que es “su terreno” en la toma El Vergel, en la parte alta de Valparaíso, periferia de la ciudad, ahí donde porteños emparejan cerros y quitan terreno a los bosques para tener un lugar donde vivir e intentar soñar una vida mejor para ellos y sus familias. Ese mismo bosque, con el que conviven a diario y es parte de su paisaje cotidiano, fue el combustible implacable del fuego que, intencionalmente fue iniciado a varios kilómetros de distancia afectando a miles de personas que viven en 8 de los cerros de la ciudad y especialmente a quienes vivían en la toma El Vergel.

El antiguo hogar de Diana, ciudadana peruana que vive hace 15 años en Chile y de esos 10 en El Vergel, se encontraba en una ladera de la toma, el fuego arrasó con todo lo que tenía. La fragilidad de los materiales con las que se armaban las viviendas hizo que el fuego no dejará vivienda en pie en este lugar. El paisaje al otro día del incendio era desolador, un terrero parejo, sin vivienda y solo escombros. Para Diana fue más terrible aún, ya que no le permitieron volver a construir donde antes vivía porque el terreno anterior se ubicaba en la “zona de riesgo” que definieron las autoridades y donde nadie puede volver a vivir.

Hoy Diana ve con algo más de esperanza el futuro. Fue reubicada en otro sector de la toma, donde no tendrá que subir o bajar laderas para llegar a su hogar y de a poco va rearmando el nuevo terreno como su hogar. Diana, su marido y sus tres hijos son una de las tres familias migrantes a quienes se les entregaron y armaron sus casas este fin de semana.

La acción solidaria que movilizó a amigos y seminaristas columbanos, trabajadores y sindicato de la empresa Aceros Chile, funcionarias del CESFAM Joan Alsina de San Bernardo, se inició la mañana del viernes hasta la tarde del sábado cuando las viviendas fueron entregadas a las tres familias para que así tengan un lugar más digno donde vivir.

“Esos dolores son nuestros, no podemos desentendernos de ellos. Nada humano me es ajeno”. (San Alberto Hurtado)

El P. Álvaro Martínez, Director Regional de los Columbanos, explicó cómo se gestó esta iniciativa en el Mes de la Solidaridad: “Los Padres Columbanos hemos donado algunas casas, unas al Arzobispado de Santiago y otras a familias migrantes. Se conversó con el párroco del Inmaculado Corazón de María de Valparaíso para que nos contactara con tres familias migrantes que se hayan visto afectadas por el incendio de abril y que tuviesen el permiso para poder construir en el terreno. Hoy con los voluntarios, seminaristas y amigos columbanos hemos levantado estas casas, en el concepto de la justicia, la paz, la integridad de la Creación y la hermandad en que los columbanos vivimos”.

El lugar y las familias escogidas no fue al azar, así lo cuenta el P. Álvaro, “elegimos El Vergel porque es una toma. Nuestra congregación tiene una fuerte inspiración en la justicia social, es parte de nuestra historia vivir y compartir con los más pobres, con quienes viven o están en la periferia. El Vergel es la periferia de Valparaíso, es el margen de la ciudad y estamos con los más marginados de la sociedad, quienes están en toma, además de apoyar a familias migrantes que han buscado un mejor futuro en el país”.

Ricardo, otro de los migrantes que recibió una casa, es un trabajador circense que ha recorrido diferentes lugares del mundo y se emociona cuando se le pregunta por qué Valparaíso es el lugar donde se quedó a vivir “El Señor me ha dicho “acá te quedas”, podría haberme quedado en Colombia, Estados Unidos, pero acá estoy. Las primeras semanas luego del incendio fueron difíciles, no quedaba nada. Gracias a Dios la ayuda fue buena, los universitarios llegaron al otro día a limpiar y armar unas casitas de lata para poder quedarnos aquí. Después vino la ayuda de colchones, ropa, comida y mucho más, así uno vuelve a tener esperanza y a decir Señor, gracias”.

“Que todo lo que los disminuye me desgarre a mí también» (San Alberto Hurtado)

Para los seminaristas columbanos el volver a El Vergel es muy significativo, ya que ellos fueron unos de los tantos de miles jóvenes que llegaron después del incendio ayudar a remover escombros en un terreno desolado por el fuego sin vestigio de que en ese lugar hubiese viviendas. Jorge Luis Vargas, seminarista de San Columbano, cuenta que “ver hoy como han ido avanzando gracias a la solidaridad de las personas que les ha permitido reconstruir sus casas y su vida es algo reconfortante, aunque falta mucho por hacer”. Para Jorge es especialmente “significativo armar estas casas a familias migrantes, encontrarnos con estas familias significa que estamos siguiendo nuestro carisma Columbano. Me ha impresionado también el que sean familias peruanas, venir a ayudar a mis compatriotas en un momento de desolación es gratificante, poder ayudarlos en un país extranjero es increíble, es un don de Dios”.

Rafael Ramírez, seminarista Columbano, dice que “ha sido bueno apoyar y acompañar a estas familias migrantes en este momento, para salir adelante y tener la vida un poco más digna. Fue muy fuerte, estar acá luego del incendio, te golpea fuerte conversar con la gente de que además de la perdida de lo material que les costó tantos años lograr, lo que les duele es la perdida de recuerdos, de historias”. Cada acción que se realiza, por pequeña que sea, nunca cae en el olvido sino que deja huellas, tanto en quienes reciben como los que sirven, “llena de esperanza volver y ver que se ha logrado reconstruir algo de lo que tenían, da esperanza el saber de tantos jóvenes que se movilizaron para colaborar para que las familias tengan un mejor vivir”. Para estos jóvenes, que se encuentran en etapas finales de su proceso de formación, este tipo de acciones solidarias van más allá de una mera obra, son parte importante de su formación, “el estar acá me ayuda también a orientar que tipo de sacerdote quiero ser, yo creo que estar con la gente, compartir sus penas y alegrías, ayudarlos a tener un poco más de dignidad en su vida te ayuda a centrar en qué tipo de sacerdote quieres ser y a mí, venir y lo que hemos hecho acá, me ha ayudado mucho” afirmó Rafael.

Pedro Navarrete, junto a varios colegas, fueron representantes tanto del sindicato como de los trabajadores de la empresa Aceros Chile en el armado de las casas en El Vergel. Pedro cuenta que la primera vez que llegó al sector, luego del incendio, se puso a llorar “me impactó mucho como estaba el lugar. Tenemos una brigada de emergencia en la empresa y vinimos a días del incendio a ayudar movilizando comida hacia arriba y nos dimos cuenta de la realidad del sector. Uno no es de acá, pero nos marco para el resto de la vida lo que he hemos visto y vivido”. Para los voluntarios armar las casas para las familias migrantes no fue una anécdota, “poder ayudar a armar una vivienda y entregarla a las familias de migrantes es muy emocionante. Con ellos hemos conversado, compartido, acá no hay distingo, somos todos hijos de Dios”, finaliza Pedro, mientras seguía instalando los paneles de la futura casa de Ricardo y su familia.

                                                                                                                                                               

“Hoy sólo se cree al testimonio vivo de la vida, al testimonio amoroso del amor, al testimonio fuerte de la fortaleza, al testimonio lleno de optimismo de la esperanza”. (San Alberto Hurtado)

 

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