Hoy, en la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, finaliza el Año Santo de la Misericordia. El Papa Francisco en la Bula Misericordiae Vultus que nos convocó a este año señalaba la necesidad de vivir este tiempo, “Hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre”.
Durante este año, que hoy finalizamos con el cierre de la Puerta Santa, las comunidades han vivido este tiempo de encuentro con nuestros hermanos, con formación y preocupación por la Creación, para como invitó el Papa Francisco, cambiar de vida:
¡Este es el tiempo oportuno para cambiar de vida! Este es el tiempo para dejarse tocar el corazón. Ante el mal cometido, incluso crímenes graves, es el momento de escuchar el llanto de todas las personas inocentes depredadas de los bienes, la dignidad, los afectos, la vida misma. Permanecer en el camino del mal es sólo fuente de ilusión y de tristeza. La verdadera vida es algo bien distinto. Dios no se cansa de tender la mano. Está dispuesto a escuchar, y también yo lo estoy, al igual que mis hermanos obispos y sacerdotes. Basta solamente que acojáis la llamada a la conversión y os sometáis a la justicia mientras la Iglesia os ofrece misericordia.
Misericordiae Vultus
En este día en que ponemos fin al Año de la Misericordia, el Papa Francisco señaló en la Plaza de San Pedro que sería poco creer que Jesús es Rey del universo y centro de la historia, sin que se convierta en el Señor de nuestra vida.
Este Año de la misericordia nos ha invitado a redescubrir el centro, a volver a lo esencial. “Este tiempo de misericordia nos llama a mirar al verdadero rostro de nuestro Rey, el que resplandece en la Pascua, y a redescubrir el rostro joven y hermoso de la Iglesia, que resplandece cuando es acogedora, libre, fiel, pobre en los medios y rica en el amor, misionera”, precisó el Pontífice, invitándonos a pedir la gracia de no cerrar nunca la puerta de la reconciliación y del perdón, sino de saber ir más allá del mal y de las divergencias, abriendo cualquier posible vía de esperanza. “Como Dios cree en nosotros, infinitamente más allá de nuestros méritos, también nosotros estamos llamados a infundir esperanza y a dar oportunidad a los demás, porque, constató, aunque se cierra la Puerta santa, permanece siempre abierta de par en par para nosotros la verdadera puerta de la misericordia, que es el Corazón de Cristo. Del costado traspasado del Resucitado brota hasta el fin de los tiempos la misericordia, la consolación y la esperanza”.
Finalzió su homilía señalando «Muchos peregrinos han cruzado la Puerta santa y lejos del ruido de las noticias has gustado la gran bondad del Señor. Damos gracias por esto y recordamos que hemos sido investidos de misericordia para revestirnos de sentimientos de misericordia, para ser también instrumentos de misericordia. Continuemos nuestro camino juntos. Nos acompaña la Virgen María, también ella estaba junto a la cruz, allí ella nos ha dado a luz como tierna Madre de la Iglesia que desea acoger a todos bajo su manto. Ella, junto a la cruz, vio al buen ladrón recibir el perdón y acogió al discípulo de Jesús como hijo suyo. Es la Madre de misericordia, a la que encomendamos: todas nuestras situaciones, todas nuestras súplicas, dirigidas a sus ojos misericordiosos, que no quedarán sin respuesta».
Al final de la Misa el Santo Padre firma su Carta Apostólica «Misericordia et misera», dirigida a toda la Iglesia, «para continuar a vivir la misericordia con la misma intensidad experimentada durante todo el Jubileo extraordinario». La Carta será publicada el lunes y presentada en la Oficina de Prensa de la Santa Sede.