Hace un año (26 de junio) nos reuníamos en la parroquia San Columbano, en la comuna de El Bosque, para celebrar con gran alegría la ordenación sacerdotal de Rafael Ramírez y Gonzalo Bórquez.
El lema sacerdotal que nos acompañó en dicha celebración fue «El Espíritu de Dios está sobre mí, porque me eligió y me consagró para anunciar a todos los pueblos que: “Éste es el tiempo que Dios eligió para darnos salvación”». Lucas 4, 18 -19.
En sus primeros meses Rafael y Gonzalo ejercieron su ministerio en comunidades de nuestro país y posteriormente emprendieron su misión a Myanmar y Corea del Sur, respectivamente.
Al cumplir un año de sacerdocio, le hemos pedido al padre Rafael y padre Gonzalo que compartan su testimonio de lo que ha sido este año de ministerio sacerdotal misionero.
Testimonio padre Rafael Ramírez ssc
“Son aquellos que hacen un gran esfuerzo en parecerse a Jesús a los que Dios empuja a una oscura sequedad y a un tomar conciencia de sus propias imperfecciones” (The Gift of Dryness in Payer, Mother M. Angelica)
Hace pocos días que he terminado un retiro espiritual con un sacerdote Jesuita español en Tailandia. Una gran bendición, ya que tener un tiempo de intimidad con Dios con alguien de tu mismo idioma y con gran experiencia en acompañamiento espiritual, lo que no es fácil encontrar en Asia. Además, este espacio de retiro, fue también un tiempo de mirar la vida a un año de que fuera ordenado sacerdote Columbano.
Mi tiempo como sacerdote y diácono en Chile, fue ante todo un tiempo de poder compartir la vida con la gente de san Matías. Llegar a conocer las distintas comunidades, compartir con ellos, celebrar la Eucaristía, encuentros y un sinfín de actividades. Estar con personas que me abrieron su corazón para compartir penas y alegrías, que por sobretodo me ayudaron a apreciar mi vida como pastor.
Si lo pienso desde hoy, fue un breve momento, rostros de personas concretas, cristianos que aman a la Iglesia y que por sobre todo la ven como la madre de todos y todas, con los brazos abiertos para ir al encuentro de los que sufren, los que están en la “periferias” y de un Cristo vivo que va “en salida” con ellos.
Ahora estoy viviendo en Yangon una de las ciudades de Myanmar. Este país se encuentra entre China, Tailandia, India y Laos. Muy caluroso y húmedo a la vez. Una ciudad de contrastes sociales, arquitectónicos y raciales que poco a poco se está abriendo al mundo exterior después de muchos años de un gobierno muy rígido. Su gente es muy humilde, sencilla, de una profunda fe. Existen templos budistas por todos lados, ya que ésta es la religión predominante. En las mañanas es interesante ver a los monjes caminado por las calles, sentados a tu lado en el transporte público, un estilo de vida muy distinto al nuestro.
Ha sido toda una aventura esta nueva misión, muy diferente a las que he vivido. En estos pocos meses me ha costado adaptarme al clima, la comida y la cultura. Por otro lado está el idioma, el cual no tiene ninguna conexión con el español o el inglés, ya que posea un alfabeto muy diferente con distintos tonos. También está la religión Católica que es minoría en este país, con grandes iglesias llenas de gente los domingos, en donde por lo general soy un espectador, que no entiende mucho de lo que está pasando.
En uno de mis últimos encuentros, durante el retiro, el padre Miguel, mi acompañante, me compartió un escrito de la hermana Angélica Francis. Me dijo que no compartía mucho la teología de ella, pero sus escritos de espiritualidad eran desde la experiencia de ese encuentro íntimo con Dios. Una de las imágenes que ella usa y que me ayudó a entender el proceso por el cual estoy viviendo, es la imagen de subir una montaña. En el valle es más fácil caminar, te encuentras con muchas personas, también el respirar se hace sin mayor problema. Pero subir la montaña requiere de esfuerzo, duelen las piernas, muchas veces no son muchos los que pueden ir a tu paso, si llevas muchas cosas contigo, las puedes dejar para buscarlas a la vuelta, además, mientras más subes la montaña, más solo puedes llegar a sentirte. Pero cuando finalmente llegas a la cima la soledad desaparece y al contemplar la inmensidad del paisaje, todo se ve de forma diferente, hay algo que nos llena completamente. Si esto es un reflejo de nuestras vidas, podría decir que estar en la cima es estar en la soledad absoluta de la compañía de Dios, de sentir que nuestras vidas se llenan de su presencia, de poder ver de alguna forma las cosas como Él las ve, de ver nuestro camino recorrido sin sentirnos atados a él, sin sentir arrepentimiento por las decisiones tomadas, por todo lo vivido.
Ciertamente hay momentos en nuestras vidas en donde la presencia de Dios es tan viva y real como el tierno abrazo de una madre, pero también hay otros momentos en los que todo desaparece, todo se vuelve árido y oscuro. Viviendo esta nueva experiencia, en este nuevo país, los días han sido una mezcla de distintas emociones, por un lado de aridez, soledad, cansancio, sin entender muchas cosas, de sentirme un simple espectador, y también por otro lado, aunque a ratos, alegría y consolación, pero por sobre todo la fuerte convicción de que Dios está trabajando en mí, y así mi vida pueda poco a poco ir transparentando a Jesucristo, de que pueda caminar con sus pasos, mirar a los demás como Él lo hizo, que mi forma de vida sea el servicio a los demás.
Testimonio P. Gonzalo Bórquez ssc
Ya han pasado algunos meses desde que salí de mi querido Chile, en donde viví los momentos mas importantes de mi vida. Me refiero a que en Chile fue, que decidí un día, hace ya varios años, que mi vida era acompañar a Cristo como sacerdote misionero y despues de un discernimiento de un año ingrese a la casa de formación como seminarista columbano. También, fue en Chile en donde recibí la gracia de ser ordenado sacerdote, hace ya casi un año, y comence mi vida ministerial en la Parroquia de San Columbano. Sin embargo, como lo dice el nombre de nuestra sociedad “Sociedad Misionera de San Columbano,” fui enviado como sacerdote misionero a Corea del Sur, en donde en este minuto me encuentro estudiando el idioma y reencontrandome con la cultura coreana, ya que fue en Corea en donde como seminarista hice mi primera experiencia misionera hace algunos años atrás.
Algo que siempre me llama la atención es la diversidad, vivimos en un planeta que es mucho más grande de lo que pensamos, no me refiero solo a los límites geográficos o geopolíticos, sino que también es mucho más grande y basto en terminos de culturas y lenguajes, costumbres y conductas. Lo mejor de todo esto es que me siento privilegiado, quizás inmerecidamente, de ser testigo de esta diversidad en donde, de forma muy misteriosa, aparece y se muestra Dios y su reino de Justicia y Paz.
Seguramente cuando pensamos en Corea como país, la primera idea que se nos viene a la cabeza es la tecnología, cosa que no es mentira. Corea del Sur es uno de los paises más tecnologizados del mundo, todo acá funciona como un reloj Suizo, por ejemplo, cuando estas en el paradero hay una pantallita conectada al G.P.S. de los buses y te dice en cuanto tiempo va a llegar el bus a ese paradero y el bus llega a la hora indicada. También la cantidad de adelantos tecnológicos que se pueden apreciar es innumerable y de manera muy general expresan los deseos idilicos de una sociedad. Por último, quizás cuando pensamos en Corea, también aparece este fenómeno internacional del K. Pop con peinados y maquillajes que exacerban la belleza exterior de la persona, tratando de ser el rostro de un país en términos artísticos, que nos guste o no, en muchos paises se trata de imitar, sobretodo en cuanto a la imagen.
Corea es un país rico en costumbres ancestrales y cultura milenaria, en base a lo que se conoce como el confucionismo, tambien la religión mayoritaria acá es el budismo, seguido de un alto porcentaje de no creyentes, en tercer lugar estarían los cristianos protestantes y luego vendríamos nosotros, los católicos. Por lo que claramente somos una iglesia minoritaria. Pero muy fructífera en vocaciones, tanto para la iglesia local como para la iglesia universal. Perdónenme si hasta ahora los he aburrido con toda esta descripcion, pero no tiene otra razón más que la de ser una imagen muy general de donde estoy inserto tratando de ser un testigo y acompañante de Cristo.
Es en el contexto anterior en donde me estoy insertando de a poco, lo primero que hay que reconocer es que esta misión es la misión de Jesucristo, no es la misión de Gonzalo o de un individuo, pues lo que hacemos acá es por Cristo y para Cristo, por su puesto que lo hacemos con todas nuestras limitaciones y ambigüedades. Sin embargo, es también importante reconocer que somos limitados por que de esa forma podemos reconocer que no somos imprescindibles, sino que el único imprescindible es Jesús, desde esa base entonces es que voy a compartirles un poco de lo que han sido estos primeros meses en Corea.
La verdad es que básicamente me he encuentro estudiando el idioma, que no es nada de fácil, más aún cuando no tengo un compañero en quien apoyarme, más bien, he comenzado este caminar en solitario lo que requiere tener la capacidad de auto animarse cada día y de sentarse buenas horas en frente de los libros y otras horas de sentarse a conversar con la gente, creo que esto último es lo mas importante, por que es en las conversaciones con la gente en donde aprendes cosas que en los libros ni se mencionan, aprendes el día a día, el lenguaje común, el de la gente común como tú o como yo, es precisamente ahí cuando comienzas a descubrir del porqué te encuntras en un país tan diferente, lejos de tus seguridades y la alegría te invade por pequeños logros, en fin aprendes a celebrar las pequeñas cosas de la vida.
Me acuerdo cuando llegué a Corea y me senté a conversar con el director de la región, el me dijo mira Gonzalo estamos alegres de tu llegada a Corea, pero la persona encargada de la formación para los sacerdotes, no está en el país, así que te recomiendo que busques donde tu quieras estudiar el idioma y veamos como salen las cosas a futuro, así fue como primero entre en una universidad, pero no funcionó muy bien, la cosa es que encontré un instituto privado en donde me siento mucho mejor y donde realmente estoy aprendiendo.
Quizás otra experiencia, que me ha marcado en estos días fue haber escuchado mi primera confesión en Coreano, la verdad es que me sorprendí por que entendí la mayoría de las cosas, pero a la vez me sentí muy disminuido por que no sabía como decirle a esa persona que existe la misericorda en el idioma coreano, es súper fácil decirlo en tu propio idioma, “hermano, hermana, Dios te ama y te perdona”, y la gente por medio de los gestos y las palabras te entienden y salen contentos, pero ¿Cómo le transmites esa misericordia de Dios y el perdón cuando estas encerrado en un confesionario en donde ni la persona que se confiesa te ve, ni tú los ves a ellos, en donde solo escuchas las palabras? Ahí radica uno de los grandes desafíos del misionero, en transmitir el amor de Dios en medio de la cultura y del idioma en el que te insertas. Desde mi experiencia, eso solo lo conoces o solo lo haz sentido cuando realmente has salido de tus comodidades. De ahí, que hoy puedo decir con propiedad, que ser misionero en otras latitudes lejanas es un vaciarse de orgullos, vanidades, de títulos inmerecidos, de adornos, de teorías que muchas veces se alejan de la realidad, para llenarse de algo más Grande, pues como misioneros somos portadores de la buena noticia de la Resurrección y de Jesucristo.
Les puedo contar que ya celebro la misa en Coreano, dos veces a la semana, en la casa de formación, aún me cuesta un poco pero me imagino que es lo natural de tratar de decir misa en un idioma tan diferente al nuestro. Pero este hecho, me esta ayudando mucho a ganar confianza y a dar otros pasos necesarios para mi futura vida ministerial, ojalá en unos buenos años más, en alguna parroquia por ahí en el campo o por lo menos en la zona sur de Corea. Esto último, de momento, se ve un poco complejo, pues como Columbanos no tenemos parroquias acá, pero nunca se sabe como las cosas pueden ir cambiando y en el futuro, yo veo buenas posibilidades de que tengamos alguna parroquia por acá, en donde podamos juntos construir comunidad, todo para que el Reino de Dios siga creciendo en Justicia y en Paz, en donde todos y todas podamos, en un dialogo justo aportar, desde donde lo que hemos elegido, alguno en el sacerdocio y otros desde el laicado.
Bueno por el momento eso es todo lo que les puedo contar, por ahora espero en el futuro contarles mas experiencias de este caminar con Cristo.
Dios los Bendiga siempre.