Una jornada muy especial se vivió el domino 24 de junio en la parroquia Nuestra Señora de las Américas de Conchalí, antiguo sector de presencia Columbana. La jornada se inició con la celebración de la eucaristía en la que participaron personas de las antiguas comunidades, recordando cariñosamente las huellas columbanas.
En un ambiente de alegría y añoranza se vivió la eucaristía que presidió el Director de la región de Chile, padre Miguel Hoban, concelebrando sacerdotes columbanos y el párroco de la comunidad, padre Francisco Javier Iglesias.
Al iniciar su homilía el padre Miguel invitó a la asamblea a compartir en una palabra la huella columbana en su vida y en su comunidad, poco a poco levantaron la voz y resonaron las palabras:
Amor
Enseñanza
Solidaridad
Comprensión
Participación en familia
Espacio para la juventud
Amistad
Amor hacia los demás
Unión
Nos integraron con la comunidad
Admiración y respeto.
Hasta que un señor señaló: “Me enseñaron a hacer valiente frente a la dictadura, apoyados en la palabra de Dios” momento en que la asamblea asintió y aplaudió.
El padre Miguel agradeció por cada una de las palabras mencionadas y les recordó que «hacer memoria no es hablar de algo muerto sino que un recurso que nos inspira a un compromiso cumpliendo la voluntad de Dios, recogiendo los dones que nos ha dado y caminando hacia el futuro”, señaló.
Prosiguió el padre Miguel, recordando que llegó en 1972, “a un país muy distinto, que hoy vive con mayor acceso al trabajo. Este es un Chile transformado por la globalización y con bienestar material”, pero, señaló, “no debemos confundirnos, ya que mucha gente a perdido su conexión con Dios. También muchos se han apartado de la Iglesia por los abusos. Debemos enfrentar una situación crítica, por lo que ha pasado dentro de la iglesia”, puntualizó.
El Director de la región de Chile de los columbanos, hizo un llamado a vivir nuestra fe en comunidad, ya que se ha perdido el valor de la comunidad. Debemos ser, señaló, “una Iglesia inclusiva. Debemos volver a ser una iglesia misionera al igual que Juan el Bautista, abrir el camino para que el señor entre en la vida de los demás”.
Al finalizar invitó a la asamblea a participar de la eucaristía por el Centenario de la Sociedad Misionera de San Columbano que se realizará el 24 de noviembre en la Catedral Metropolitana.
Hubo, al finalizar la eucaristía unos pies de cueca en honor a los Columbanos y pequeñas reseñas de la presencia columbana en el sector. Posteriormente, en el salón parroquial, se vivió un compartir fraterno.
Conversamos con algunas personas de la comunidad, quienes nos detallaron su experiencia de vida con los Columbanos.
Eduardo Morales, comunidad El Olivo: “Vine porque mi recuerdo se revoluciona porque mi fe nació con los Columbanos. Yo aprendí lo que era una comunidad con los Columbanos. Empecé a compartir con los sacerdotes y entender que eran seres humanos como cualquiera, podía conversar y pedirle consejo. La espiritualidad me la dieron ellos, por eso los tengo en mi recuerdo. Yo estoy viudo, mi señora aprendió y trabajó la solidaridad con los columbanos y formó un grupo de los amigos, los llamaba ella, alcohólicos, drogadictos, los repudiados por la sociedad, ella los acogía porque los columbanos le despertaron esa inquietud social. Era catequista, aprendí con ellos a ser valiente que había que ir a las postas a acompañar a los que estaban baleados, a las comisarias a defender a los que estaban prestos a ser expulsados. Iba con el cura Gerardo, el cura Marco, el cura Miguel, tantos curas que me decían vamos Lalo´ y yo no tenía miedo porque iba con ellos, me enseñaron a ser valiente”.
Modesto Herrera, de la comunidad Jesús Carpintero: “Mi papá y mi mamá empezaron a aprticiapr con ellos en los 70´ a preparar a mis hermanas para la primera comunión. Cuando mi padre falleció acompañé a mi madre y me acogieron en la comunidad de base en la que participaban. Empecé a conocer a los columbanos, yo era muy preguntón, me mandaron a unos retiros y descubrí como la fe ha crecido en mí. Nos tocó con mi señora ser guías de catequesis , coordinadores y misioneros. Mis hijos han sido bautizados con ellos y ahora siguen mis nietos. Para la comunidad la presencia columbana es más que una huella es parte de su historia de vida. El sello columbano va pegadito con nosotros”.
Hermana Graciela Lagos, Congregación de la Misionera de las Bienaventuranzas: “Los columbnaos llegaron a la parroquia San Luis, yo tendría 5 años cuando llegaron el padre Miguel OBOIDE y el padre José CARTI, de los que recuerdo. La parroquia San Luis era una capilla patronal, de los columbanos aprendí la solidaridad, el compartir y la cercanía con la gente, especialmente con la gente pobre. Ellos hacía misión por las pocas casas que habían en ese tiempo, iban a una plaza, pasaban películas, sus vidas transcurrían siempre alrededor del barrio. Yo a través de los columbanos conocí a Cristo y fue ello lo que me entusiasmo a consagrar mi vida y anunciar el evangelio. Después vino la conformación de comunidades y la formación de grupos de matrimonios, gran preocupación por los jóvenes y niños. Me contagió mucho la alegría que ellos tenían, siempre estaban atentos y con mucha alegría. Eran muy cercanos. Así fueron construyendo las comunidades y así con todos, construimos lo que hoy es la parroquia San Luis, pero más que todo a construir comunidades de personas”.