El sábado 26 de octubre en un clima de confianza y oración, nos reunimos agentes pastorales de algunas comunidades de la parroquia san Columbano: Nuestra Sra. del Carmen, Mons. Enrique Alvear, Santa Elena y Santa Ana, los padres Martín y Daniel junto a Lisandro y Adriana del Centro misionero san Columbano, para conversar sobre sus vivencias, especialmente experiencias y sentimientos que les ha dejado la actual situación que vivimos como país. Y para orar juntos y juntas por un Chile inclusivo, equitativo y justo.
Esto es lo que fuimos compartiendo:
- Comencé la tarde del viernes 18 con muchos llamados por la caminata hacia Santa Teresa de los Andes. Hasta altas horas de la noche, estuvimos tratando de tener alguna información, pero había desinformación y poco a poco la tele aumentó el miedo que sentía. Hasta que se suspendió la caminata.
- Los otros días, por suerte en mi sector no hubo asaltos, gracias a Dios.
- Conversamos mucho en familia.
- Siento alegría por lo que hicieron los jóvenes y molestia por los destrozos.
- El día viernes estaba con mi esposo en el hospital. No tenía idea de lo que pasaba afuera. Cuando me enteré pensé que iba a pasar pronto. Pero cuando no había metro, vino mi hijo a buscarme y cuando tratábamos de llegar a mi casa, la guata se me iba apretando. Fue terrible, porque no sabía qué estaba pasando y tengo familia militar y detrás de su uniforme hay personas.
- Estuve en mis cuatro paredes y lo de fuera era como otro mundo. Tengo miedo de tanta delincuencia.
- Yo he vuelto atrás, viví como si estuviera en el 73, en ese momento estaba en el hospital internada y quedé aislada de mi familia. Y ahora, no sé porque, mi familia tampoco se comunicó y sentí una soledad tremenda y como desvinculada del mundo.
- Sentir que no podía salir después de las 20hrs me provoco angustia. Mi colon está mal.
- Cuando exploto esto el viernes, en mi casa las reacciones fueron visibles, por un lado, la abuela con el miedo y la necesidad de comprar alimentos, por si acaso y por otro los hijos, diciendo que es un reclamo justo y que ellos querían hacer algo, porque luchaban también porque sus papis y abuela tuvieron una vida digna. Ellos salieron a las marchas.
- Sentí mucho dolor, cuando desde la capilla vi a vecinos pasar con cosas del saqueo, porque sé que son gente buena, pero vieron la oportunidad y no lo pensaron.
- Ver vandalismo y robos, no por necesidad, sino porque si nomas, me dolió inmensamente.
- Necesitamos encontrarnos todos, porque todos estamos de acuerdo con el cambio social, pero nada justifica la violencia.
- El viernes, mi único objetivo era la caminata, pero mi suegro me llamó y dijo “esto se va a poner feo”, pero yo no creía. A las 23hrs desde la municipalidad me avisan que no pondrán el bus y desde ahí las llamadas para ver qué hacíamos hasta que se suspende la caminata.
- Sentí rabia cuando escuchaba que los políticos decían que no lo vieron venir, fue la respuesta fácil. Cómo no vieron los tremendos abusos que hemos venido viniendo desde hace 30 años. Ahora Chile despertó con rabia, y la gente de todos los lados, de todos los sectores. Todos luchamos por cambios reales.
- No justifico el vandalismo, ni la salida a la calle de los militares.
- Me molestó que la televisión abierta no mostrara lo que realmente pasaba. Pasamos de ser un oasis a ser un país en guerra.
- La verdad es que no nos alcanza la plata para una vida digna. Ahora es tiempo de sentarnos y conversar.
- Para mí fue raro, al comienzo, no pensé que esto iba a tomar tanto revuelo. Sentí que la gente estaba haciendo causa común, que estábamos haciendo causa común.
- Mi señora tenía mucho miedo.
- Somos más consciente de la distancia entre el mundo social y los políticos.
- Para mí fue una experiencia nueva. La verdad es que me siento involucrada con responsabilidad y convicción. Se me pasó el miedo, nos tiraron balazos y no tuve miedo de tirar una piedra.
- Participe en todas las marchas que pude y todo fue en paz, hasta que llegaban los carabineros o militares, ellos no significaban la paz. En la comuna se hicieron dos marchas muy concurridas, éramos un bosque de personas.
- Sentí impotencia de ver tanta mentira en la tele, incluso vi como en la feria se decía “ahí vienen” y no venía nadie, sólo asustaron a las abuelitas que en sus puestos tiritaban de miedo.
- No me quiero sentir zombi, cuando todos nuestros derechos son pisoteados.
- Cuando llegue a Chile en 1990, el 40% de la población se encontraba bajo el nivel de pobreza, eso cambio con el pasar de los años. Chile fue ejemplo para muchos países de estabilidad y crecimiento económico, pero la realidad era otra, creció y se convirtió en un país de una inmensa mayoría de deudores. Me sentí orgulloso de ver a los jóvenes gritando lo que hemos callado. Cuando nos preguntamos dónde están los jóvenes, los jóvenes están ahí, en las marchas.
- La diferencia social ha sido chocante y escandalosa.
- Cuando vi el metro san Pablo destruido, sabiendo lo que significó para la gente, me sentí triste y enojado.
- Cuando estuve en Chile como seminarista, me preguntaron qué había aprendido, yo respondí que en Chile yo había visto la cara de un Jesús cercano, acogedor, amigo que comparte contigo, un Jesús alegre, pero estos días he visto la cara de un Jesús herido y triste. Estoy viendo la cara real. Por eso, estoy rezando para que Chile pueda superar este dolor provocado por la injusticia, porque siento que la herida es muy profunda.
- Esta semana me ha servido para reflexionar y saber más de historia. Como joven, no me interesaba en la política, ni en la historia, me mantenía al margen.
- Ahora me siento responsable e irresponsable a la vez por no haber ido a votar. Por no conocer quiénes son los ministros, los políticos.
- Como joven, siento alegría, me gustó porque muchos jóvenes que estábamos desligados de la política, ahora nos interesamos. Queremos una sociedad mejor. Aunque no salí a las marchas, si he estado activa. Escuchando distintos puntos de vista para conocer y hacerme mi propia idea de las cosas.
Concluimos el compartir dándonos un abrazo de paz, incluyendo a todos los chilenos y chilenas, que clamamos por un país donde todos y todas tengamos acceso a una vida digna, como hijos e hijas de Dios.
Adriana Curaqueo Alarcón
Coordinadora Centro misionero san Columbano