1º de Mayo Día de San José Obrero, Día del Trabajador.

  Cada año muchos trabajadores y trabajadoras, acompañados por estudiantes y familias, también por uno que otro religioso consecuente, salen a las calles a marchar para conmemorar una vez más el levantamiento obrero de Chicago que dio origen al día internacional del trabajo. Probablemente muchos de quienes marchan ni siquiera saben la historia que hay detrás de este día, pero sienten la necesidad de acompañar a quienes luchan por las reivindicaciones laborales. Para muchos otros y otras (lamentablemente los más), este es un día de descanso, un día feriado que no tiene mayor significado que el de permitirnos quedarnos en casa o bien tomar unas pequeñas vacaciones, de conmemoración nada. Para nosotros y nosotras católicos, el día del trabajo debiese ser un día especial ya que no sólo celebramos este acontecimiento o esta fecha internacional, sino que también celebramos a quien refleja para nuestra iglesia el rostro del trabajador, a San José Obrero, y con el conmemoramos la dignidad y el valor del trabajo, como lo menciona el Papa Francisco: “El principal valor del trabajo es el bien de la persona humana, porque la realiza como tal, con sus actitudes y su capacidad intelectual, creativa y manual. Es por ello que el trabajo no sólo tiene una finalidad económica y ganancias, sino también un objetivo que afecta al hombre y a su dignidad” (Discurso a los obreros de el complejo siderúrgico de Terni) Para nuestra iglesia la defensa de la justicia y dignidad de las y los trabajadores ha sido un tema central, especialmente a partir de la encíclica “Rerum Novarum” y de todas las encíclicas sociales que le han seguido. En nuestro país hemos tenido muchos sacerdotes, laicos, religiosos y religiosas que han entendido su experiencia de fe y vida ligada a la lucha por los derechos laborales como el Padre Hurtado, Alfonso Baeza, Juan Alsina, Clotario Blest y muchos otros y otras que nos son menos conocidos. Sin embargo, nuestra iglesia también es cuna y lugar de cobijo de muchos hombres y mujeres que muestran gran piedad y devoción, que viven su fe encerrados en el templo, la oración y el cumplimiento de los preceptos y doctrinas de la iglesia, y que sin embargo en sus negocios y empresas abusan de la dignidad y los derechos de sus trabajadores y trabajadoras, con bajos sueldos y largas jornadas laborales. Por ello las causas obreras son también nuestras causas, pues está demostrado que solo cuando nos unimos se logran los cambios necesarios para revertir situaciones de injusticia y desigualdad. Para los cristianos revelarnos contra las injusticia es una forma de ser consecuentes con el proyecto de Jesús. En este día les invitamos a recordar algunos textos de la Doctrina Social de la Iglesia y del Documento de Aparecida con respecto al trabajo: 301 Los derechos de los trabajadores, como todos los demás derechos, se basan en la naturaleza de la persona humana y en su dignidad trascendente. El Magisterio social de la Iglesia ha considerado oportuno enunciar algunos de ellos, indicando la conveniencia de su reconocimiento en los ordenamientos jurídicos: el derecho a una justa remuneración; el derecho al descanso; el derecho « a ambientes de trabajo y a procesos productivos que no comporten perjuicio a la salud física de los trabajadores y no dañen su integridad moral »; el derecho a que sea salvaguardada la propia personalidad en el lugar de trabajo, sin que sean « conculcados de ningún modo en la propia conciencia o en la propia dignidad »; el derecho a subsidios adecuados e indispensables para la subsistencia de los trabajadores desocupados y de sus familias; el derecho a la pensión, así como a la seguridad social para la vejez, la enfermedad y en caso de accidentes relacionados con la prestación laboral; el derecho a previsiones sociales vinculadas a la maternidad; el derecho a reunirse y a asociarse. Estos derechos son frecuentemente desatendidos, como confirman los tristes fenómenos del trabajo infraremunerado, sin garantías ni representación adecuadas. Con frecuencia sucede que las condiciones de trabajo para hombres, mujeres y niños, especialmente en los países en vías de desarrollo, son tan inhumanas que ofenden su dignidad y dañan su salud. 305 El Magisterio reconoce la función fundamental desarrollada por los sindicatos de trabajadores, cuya razón de ser consiste en el derecho de los trabajadores a formar asociaciones o uniones para defender los intereses vitales de los hombres empleados en las diversas profesiones. Los sindicatos « se han desarrollado sobre la base de la lucha de los trabajadores, del mundo del trabajo y, ante todo, de lo trabajadores industriales para la tutela de sus justos derechos frente a los empresarios y a los propietarios de los medios de producción ». Las organizaciones sindicales, buscando su fin específico al servicio del bien común, son un factor constructivo de orden social y de solidaridad y, por ello, un elemento indispensable de la vida social. El reconocimiento de los derechos del trabajo ha sido desde siempre un problema de difícil solución, porque se realiza en el marco de procesos históricos e institucionales complejos, y todavía hoy no se puede decir cumplido. Lo que hace más actual y necesario el ejercicio de una auténtica solidaridad entre los trabajadores. 308 …Ante los cambios introducidos en el mundo del trabajo, la solidaridad se podrá recuperar, e incluso fundarse mejor que en el pasado, si se actúa para volver a descubrir el valor subjetivo del trabajo: « Hay que seguir preguntándose sobre el sujeto del trabajo y las condiciones en las que vive ». Por ello, « son siempre necesarios nuevos movimientos de solidaridad de los hombres del trabajo y de solidaridad con los hombres del trabajo ». 315 El trabajo en las pequeñas y medianas empresas, el trabajo artesanal y el trabajo independiente, pueden constituir una ocasión para hacer más humana la vivencia laboral, ya sea por la posibilidad de establecer relaciones interpersonales positivas en comunidades de pequeñas dimensiones, ya sea por las mejores oportunidades que se ofrecen a la iniciativa y al espíritu emprendedor; sin embargo, no son pocos, en estos sectores, los casos de trato injusto, de trabajo mal pagado y sobre todo inseguro. También algunos textos de la conferencia de Obispos de Aparecida: 120. Alabamos a Dios porque en la belleza de la creación, que es obra de sus manos, resplandece el sentido del trabajo como participación de su tarea creadora y como servicio a los hermanos y hermanas. Jesús, el carpintero (cf. Mc 6, 3), dignificó el trabajo y al trabajador y recuerda que el trabajo no es un mero apéndice de la vida, sino que “constituye una dimensión fundamental de la existencia del hombre en la tierra”53, por la cual el hombre y la mujer se realizan a sí mismos como seres humanos54. El trabajo garantiza la dignidad y la libertad del hombre, es probablemente “la clave esencial de toda ‘la cuestión social’”55. 121. Damos gracias a Dios porque su palabra nos enseña que, a pesar de la fatiga que muchas veces acompaña al trabajo, el cristiano sabe que éste, unido a la oración, sirve no sólo al progreso terreno, sino también a la santificación personal y a la construcción del Reino de Dios56. El desempleo, la injusta remuneración del trabajo y el vivir sin querer trabajar son contrarios al designio de Dios. El discípulo y el misionero, respondiendo a este designio, promueven la dignidad del trabajador y del trabajo, el justo reconocimiento de sus derechos y de sus deberes, y desarrollan la cultura del trabajo y denuncian toda injusticia. La salvaguardia del domingo, como día de descanso, de familia y culto al Señor, garantiza el equilibrio entre trabajo y reposo. Corresponde a la comunidad crear estructuras que ofrezcan un trabajo a las personas minusválidas según sus posibilidades. 122. Alabamos a Dios por los talentos, el estudio y la decisión de hombres y mujeres para promover iniciativas y proyectos generadores de trabajo y producción, que elevan la condición humana y el bienestar de la sociedad. La actividad empresarial es buena y necesaria cuando respeta la dignidad del trabajador, el cuidado del medio ambiente y se ordena al bien común. Se pervierte cuando, buscando solo el lucro, atenta contra los derechos de los trabajadores y la justicia.   Centro Misionero de San Columbano Oficina de Justicia, Paz e Integridad de la Creación. Sociedad Misionera de San Columbano

 

Cada año muchos trabajadores y trabajadoras, acompañados por estudiantes y familias, también por uno que otro religioso consecuente, salen a las calles a marchar para conmemorar una vez más el levantamiento obrero de Chicago que dio origen al día internacional del trabajo. Probablemente muchos de quienes marchan ni siquiera saben la historia que hay detrás de este día, pero sienten la necesidad de acompañar a quienes luchan por las reivindicaciones laborales. Para muchos otros y otras (lamentablemente los más), este es un día de descanso, un día feriado que no tiene mayor significado que el de permitirnos quedarnos en casa o bien tomar unas pequeñas vacaciones, de conmemoración nada.

Para nosotros y nosotras católicos, el día del trabajo debiese ser un día especial ya que no sólo celebramos este acontecimiento o esta fecha internacional, sino que también celebramos a quien refleja para nuestra iglesia el rostro del trabajador, a San José Obrero, y con el conmemoramos la dignidad y el valor del trabajo, como lo menciona el Papa Francisco:

“El principal valor del trabajo es el bien de la persona humana, porque la realiza como tal, con sus actitudes y su capacidad intelectual, creativa y manual. Es por ello que el trabajo no sólo tiene una finalidad económica y ganancias, sino también un objetivo que afecta al hombre y a su dignidad” (Discurso a los obreros de el complejo siderúrgico de Terni)

Para nuestra iglesia la defensa de la justicia y dignidad de las y los trabajadores ha sido un tema central, especialmente a partir de la encíclica “Rerum Novarum” y de todas las encíclicas sociales que le han seguido. En nuestro país hemos tenido muchos sacerdotes, laicos, religiosos y religiosas que han entendido su experiencia de fe y vida ligada a la lucha por los derechos laborales como el Padre Hurtado, Alfonso Baeza, Juan Alsina, Clotario Blest y muchos otros y otras que nos son menos conocidos. Sin embargo, nuestra iglesia también es cuna y lugar de cobijo de muchos hombres y mujeres que muestran gran piedad y devoción, que viven su fe encerrados en el templo, la oración y el cumplimiento de los preceptos y doctrinas de la iglesia, y que sin embargo en sus negocios y empresas abusan de la dignidad y los derechos de sus trabajadores y trabajadoras, con bajos sueldos y largas jornadas laborales.

Por ello las causas obreras son también nuestras causas, pues está demostrado que solo cuando nos unimos se logran los cambios necesarios para revertir situaciones de injusticia y desigualdad. Para los cristianos revelarnos contra las injusticia es una forma de ser consecuentes con el proyecto de Jesús.

En este día les invitamos a recordar algunos textos de la Doctrina Social de la Iglesia y del Documento de Aparecida con respecto al trabajo:

301 Los derechos de los trabajadores, como todos los demás derechos, se basan en la naturaleza de la persona humana y en su dignidad trascendente. El Magisterio social de la Iglesia ha considerado oportuno enunciar algunos de ellos, indicando la conveniencia de su reconocimiento en los ordenamientos jurídicos: el derecho a una justa remuneración; el derecho al descanso; el derecho « a ambientes de trabajo y a procesos productivos que no comporten perjuicio a la salud física de los trabajadores y no dañen su integridad moral »; el derecho a que sea salvaguardada la propia personalidad en el lugar de trabajo, sin que sean « conculcados de ningún modo en la propia conciencia o en la propia dignidad »; el derecho a subsidios adecuados e indispensables para la subsistencia de los trabajadores desocupados y de sus familias; el derecho a la pensión, así como a la seguridad social para la vejez, la enfermedad y en caso de accidentes relacionados con la prestación laboral; el derecho a previsiones sociales vinculadas a la maternidad; el derecho a reunirse y a asociarse. Estos derechos son frecuentemente desatendidos, como confirman los tristes fenómenos del trabajo infraremunerado, sin garantías ni representación adecuadas. Con frecuencia sucede que las condiciones de trabajo para hombres, mujeres y niños, especialmente en los países en vías de desarrollo, son tan inhumanas que ofenden su dignidad y dañan su salud.

305 El Magisterio reconoce la función fundamental desarrollada por los sindicatos de trabajadores, cuya razón de ser consiste en el derecho de los trabajadores a formar asociaciones o uniones para defender los intereses vitales de los hombres empleados en las diversas profesiones. Los sindicatos « se han desarrollado sobre la base de la lucha de los trabajadores, del mundo del trabajo y, ante todo, de lo trabajadores industriales para la tutela de sus justos derechos frente a los empresarios y a los propietarios de los medios de producción ».

Las organizaciones sindicales, buscando su fin específico al servicio del bien común, son un factor constructivo de orden social y de solidaridad y, por ello, un elemento indispensable de la vida social. El reconocimiento de los derechos del trabajo ha sido desde siempre un problema de difícil solución, porque se realiza en el marco de procesos históricos e institucionales complejos, y todavía hoy no se puede decir cumplido. Lo que hace más actual y necesario el ejercicio de una auténtica solidaridad entre los trabajadores.

308 …Ante los cambios introducidos en el mundo del trabajo, la solidaridad se podrá recuperar, e incluso fundarse mejor que en el pasado, si se actúa para volver a descubrir el valor subjetivo del trabajo: « Hay que seguir preguntándose sobre el sujeto del trabajo y las condiciones en las que vive ». Por ello, « son siempre necesarios nuevos movimientos de solidaridad de los hombres del trabajo y de solidaridad con los hombres del trabajo ».

315 El trabajo en las pequeñas y medianas empresas, el trabajo artesanal y el trabajo independiente, pueden constituir una ocasión para hacer más humana la vivencia laboral, ya sea por la posibilidad de establecer relaciones interpersonales positivas en comunidades de pequeñas dimensiones, ya sea por las mejores oportunidades que se ofrecen a la iniciativa y al espíritu emprendedor; sin embargo, no son pocos, en estos sectores, los casos de trato injusto, de trabajo mal pagado y sobre todo inseguro.

También algunos textos de la conferencia de Obispos de Aparecida:

120. Alabamos a Dios porque en la belleza de la creación, que es obra de sus manos, resplandece el sentido del trabajo como participación de su tarea creadora y como servicio a los hermanos y hermanas. Jesús, el carpintero (cf. Mc 6, 3), dignificó el trabajo y al trabajador y recuerda que el trabajo no es un mero apéndice de la vida, sino que “constituye una dimensión fundamental de la existencia del hombre en la tierra”53, por la cual el hombre y la mujer se realizan a sí mismos como seres humanos54. El trabajo garantiza la dignidad y la libertad del hombre, es probablemente “la clave esencial de toda ‘la cuestión social’”55.

121. Damos gracias a Dios porque su palabra nos enseña que, a pesar de la fatiga que muchas veces acompaña al trabajo, el cristiano sabe que éste, unido a la oración, sirve no sólo al progreso terreno, sino también a la santificación personal y a la construcción del Reino de Dios56. El desempleo, la injusta remuneración del trabajo y el vivir sin querer trabajar son contrarios al designio de Dios. El discípulo y el misionero, respondiendo a este designio, promueven la dignidad del trabajador y del trabajo, el justo reconocimiento de sus derechos y de sus deberes, y desarrollan la cultura del trabajo y denuncian toda injusticia. La salvaguardia del domingo, como día de descanso, de familia y culto al Señor, garantiza el equilibrio entre trabajo y reposo. Corresponde a la comunidad crear estructuras que ofrezcan un trabajo a las personas minusválidas según sus posibilidades.

122. Alabamos a Dios por los talentos, el estudio y la decisión de hombres y mujeres para promover iniciativas y proyectos generadores de trabajo y producción, que elevan la condición humana y el bienestar de la sociedad. La actividad empresarial es buena y necesaria cuando respeta la dignidad del trabajador, el cuidado del medio ambiente y se ordena al bien común. Se pervierte cuando, buscando solo el lucro, atenta contra los derechos de los trabajadores y la justicia.

 

Centro Misionero de San Columbano

Oficina de Justicia, Paz e Integridad de la Creación.

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