Arzobispo Óscar Romero: El Pastor que vivió a fondo el Evangelio

ARZOBISPO ÓSCAR ROMERO El pastor que vivió a fondo el Evangelio[1]   “Con Monseñor  Romero, Dios pasó  por   El Salvador” (Ignacio Ellacuria, sj. 1989) El 24 de marzo de 1980, Monseñor Romero celebraba como todos los días la misa en la capilla del hospital La Divina Providencia, que atiende enfermos de cáncer. Había dedicado la predicación a meditar acerca del sentido de la vida y de la muerte. En el momento de ofrecer el pan y el vino, aproximadamente a las 6:25 pm, un francotirador desde la altura de la puerta del templo le disparó al corazón. Varias veces había recibido amenazas acusado de ser un agitador y subversivo; así lo había calificado un escuadrón ultraderechista y algunos líderes militares. El papa Francisco reconoce el martirio de Óscar Arnulfo Romero y la ceremonia de su beatificación se realizará el 23 de mayo próximo en la plaza de El Salvador. Monseñor Romero fue un hombre estudioso ya desde el seminario y se graduó como doctor en derecho canónico. Como arzobispo dedicaba buena parte de su tiempo a recorrer los barrios más pobres, visitar las familias y comunidades religiosas. Sus zapatos conocieron el barro de las periferias de la ciudad, junto a los pobres. De ese modo preparaba su predicación: "...Por eso le pido al Señor, durante toda la semana, mientras voy recogiendo el clamor del pueblo y el dolor de tanto crimen, la ignominia de tanta violencia, que me dé la palabra oportuna para consolar, para denunciar, para llamar al arrepentimiento y, aunque siga siendo una voz que clama en el desierto, sé que la Iglesia está haciendo el esfuerzo por cumplir con su misión"(23/3/80). La homilía de monseñor Romero era esperada cada domingo como luz que alumbra el camino a seguir y como fuente de consuelo. Se reconocía profundamente amado por Jesús y en esa certeza apoyaba su esperanza: "A lo largo de la historia nadie conoce un amor, diríamos, tan loco, tan exagerado: de darse hasta quedar crucificado en una Cruz." Ese amor de Jesús no lo hacía vivir en las nubes, sino que se dolía también con la injusticia que llevaba a una vida de lujo y despilfarro en unos pocos y al hambre y la miseria en los campesinos y trabajadores explotados. Por eso enseñaba que "una religión de misa dominical pero de semanas injustas, no gusta al Señor. Una religión de mucho rezo pero con hipocresía en el corazón no es cristiana". Su muerte no fue casual ni repentina. Quisieron acallar su voz. Y monseñor Romero no evadió la hora que le tocó afrontar. Sabía que el buen pastor da la vida por el rebaño. Fue enterrado el 30 de marzo y sus funerales fueron una manifestación popular de compañía, sus queridos campesinos, las viejecitas de los cantones, los obreros de la ciudad, algunas familias adineradas que también lo querían, estaban frente a la catedral para darle el último adiós, prometiéndole que nunca lo iban a olvidar. Raramente el pueblo se reúne para darle el adiós a alguien, pero él era su padre, quien los cuidaba, quien los quería, todos querían verlo por última vez. ¿Quién es nuestro próximo beato? Nació en El Salvador el 15 de agosto de 1917, en el seno de una familia muy pobre, fue ordenado sacerdote en 1942 y, luego de un dilatado servicio a la iglesia de su país, es nombrado arzobispo de San Salvador el año 1977. Fue un hombre bueno, sincero, de una fe inquebrantable en Dios y apasionado servidor de la Iglesia. De mucha oración personal e incansable trabajo pastoral. Siempre tuvo una profunda sensibilidad y solidaridad con las y los empobrecidos, pero solo a raíz del asesinato del Padre Rutilio Grande, cuyo compromiso con el pueblo valoraba sinceramente Romero, pudo descubrir las causas de la miseria y represión que vivían las comunidades, campesinos y sus organizaciones. Estos acudían en demanda de su apoyo y él supo acogerlos con decisión. Como él mismo reconocería, el pueblo lo transformó: “con este pueblo no cuesta ser pastor”. Este proceso hizo cambiar rápidamente su visión de la misión de la Iglesia, de puramente sacramental y devocional a comprometida clara y decididamente con la causa de los pobres y su liberación. Es decir opción por la Vida, “la gloria de Dios es que el pobre viva” diría. Todo el compromiso del beato Romero, se enmarca en una radical fidelidad a Jesús. Fue su testigo, asumiendo compromisos que nunca buscó, pero tomó con decisión sintiéndose llamado a ello, asumiendo la persecución, el sufrimiento e incluso la muerte. “Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño. Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, no perecerá jamás” declararía meses antes de su asesinato. En su última homilía en la catedral de San Salvador, el arzobispo Romero hizo un llamado a las fuerzas armadas de su país, para que detuvieran inmediatamente las masacres que a diario cometían contra la población campesina y urbana, los más pobres de su país. También los sacerdotes, monjas y catequistas eran masacrados. "¡En nombre de Dios y de este sufrido pueblo, les pido, les ruego, les ordeno, ¡Cese la represión!" rogó a los soldados para que no obedecieran las órdenes de sus superiores cuando les ordenaran matar a inocentes. Monseñor Romero ya había tomado clara conciencia del genocidio en curso, y no dudó en acompañar las comunidades urbanas y rurales donde fue testigo de horribles matanzas. Supo acoger el clamor del pueblo, que tanto le amó. Su prédica no cesó en la denuncia, en la defensa la vida humana y en la demanda de respeto por los pobres y sus organizaciones. Y llegó su hora. El 24 de marzo de 1980, los poderes que el cuestionaba (oligarquía, ejército y gobierno) dieron la orden criminal. Un sicario disparó a ese corazón que tanto amor entregó, mientras oficiaba una Eucaristía. Por esta muerte martirial Romero se ha convertido en una buena noticia para todos los y las que trabajan por un mundo más justo. Romero es un testimonio vivo de la multitud de mártires de América Latina; esperanza de un mundo nuevo de solidaridad, justicia y fraternidad. Su testimonio en defensa de "los más pequeños" fue conocido y valorado en todo el mundo, recibiendo múltiples reconocimientos, llegando incluso a ser nominado al Premio Nobel de la Paz. El próximo 23 de Mayo será beatificado en San Salvador Esperamos que la beatificación de Romero sirva para humanizar este mundo     Frases de Oscar Romero para la reflexión *        Mi voz desaparecerá, pero mi palabra que es Cristo quedará en los corazones que lo hayan querido acoger. *        Dios no camina por allí, sobre charcos de sangre y de torturas. Dios camina sobre caminos limpios de esperanza y de amor. *        Me glorío de estar en medio de mi pueblo y sentir su cariño. *        La iglesia no puede ser sorda ni muda al clamor de los oprimidos. *        La muerte del pobre toca el corazón mismo de Dios. *        Grito en nombre del dolor, para decirles a los criminales, conviértanse. *        Todo aquel que se preocupa del hambriento, desnudo, pobre, desaparecido, torturado, prisionero, tiene cerca a Dios. *        No a la tortura a nadie, en ninguna parte, bajo ningún pretexto y en nombre de nada. *        Quiere Dios salvarnos en pueblo. No quiere una salvación aislada. Y por eso la Iglesia sufre conflictos. Porque la Iglesia no quiere masa, quiere pueblo. Masa es el montón de gente cuanto más adormecidos, mejor; cuanto más conformistas. La Iglesia quiere despertar en las personas el sentido de pueblo Para conocer más de la vida de Oscar Romero, puede visitar: http://www.sicsal.net/romero_web.php EN  SANTIAGO CELEBRAREMOS A LAS 9.00  am EN EL SANTUARIO PADRE HURTADO ¡¡LOS Y LAS ESPERAMOS!!   comiteromero.chile@sicsal.net.    
[1] Aporte del Comité Oscar Romero de Chile del Servicio Internacional Cristiano de Solidaridad con América Latina.  

ARZOBISPO ÓSCAR ROMERO

El pastor que vivió a fondo el Evangelio[1]

 

“Con Monseñor  Romero, Dios pasó  por   El Salvador”

(Ignacio Ellacuria, sj. 1989)

El 24 de marzo de 1980, Monseñor Romero celebraba como todos los días la misa en la capilla del hospital La Divina Providencia, que atiende enfermos de cáncer. Había dedicado la predicación a meditar acerca del sentido de la vida y de la muerte. En el momento de ofrecer el pan y el vino, aproximadamente a las 6:25 pm, un francotirador desde la altura de la puerta del templo le disparó al corazón. Varias veces había recibido amenazas acusado de ser un agitador y subversivo; así lo había calificado un escuadrón ultraderechista y algunos líderes militares.

El papa Francisco reconoce el martirio de Óscar Arnulfo Romero y la ceremonia de su beatificación se realizará el 23 de mayo próximo en la plaza de El Salvador.

Monseñor Romero fue un hombre estudioso ya desde el seminario y se graduó como doctor en derecho canónico. Como arzobispo dedicaba buena parte de su tiempo a recorrer los barrios más pobres, visitar las familias y comunidades religiosas. Sus zapatos conocieron el barro de las periferias de la ciudad, junto a los pobres. De ese modo preparaba su predicación: «…Por eso le pido al Señor, durante toda la semana, mientras voy recogiendo el clamor del pueblo y el dolor de tanto crimen, la ignominia de tanta violencia, que me dé la palabra oportuna para consolar, para denunciar, para llamar al arrepentimiento y, aunque siga siendo una voz que clama en el desierto, sé que la Iglesia está haciendo el esfuerzo por cumplir con su misión«(23/3/80).

La homilía de monseñor Romero era esperada cada domingo como luz que alumbra el camino a seguir y como fuente de consuelo. Se reconocía profundamente amado por Jesús y en esa certeza apoyaba su esperanza: «A lo largo de la historia nadie conoce un amor, diríamos, tan loco, tan exagerado: de darse hasta quedar crucificado en una Cruz.» Ese amor de Jesús no lo hacía vivir en las nubes, sino que se dolía también con la injusticia que llevaba a una vida de lujo y despilfarro en unos pocos y al hambre y la miseria en los campesinos y trabajadores explotados. Por eso enseñaba que «una religión de misa dominical pero de semanas injustas, no gusta al Señor. Una religión de mucho rezo pero con hipocresía en el corazón no es cristiana«.

Su muerte no fue casual ni repentina. Quisieron acallar su voz. Y monseñor Romero no evadió la hora que le tocó afrontar. Sabía que el buen pastor da la vida por el rebaño. Fue enterrado el 30 de marzo y sus funerales fueron una manifestación popular de compañía, sus queridos campesinos, las viejecitas de los cantones, los obreros de la ciudad, algunas familias adineradas que también lo querían, estaban frente a la catedral para darle el último adiós, prometiéndole que nunca lo iban a olvidar. Raramente el pueblo se reúne para darle el adiós a alguien, pero él era su padre, quien los cuidaba, quien los quería, todos querían verlo por última vez.

¿Quién es nuestro próximo beato?

Nació en El Salvador el 15 de agosto de 1917, en el seno de una familia muy pobre, fue ordenado sacerdote en 1942 y, luego de un dilatado servicio a la iglesia de su país, es nombrado arzobispo de San Salvador el año 1977.

Fue un hombre bueno, sincero, de una fe inquebrantable en Dios y apasionado servidor de la Iglesia. De mucha oración personal e incansable trabajo pastoral.

Siempre tuvo una profunda sensibilidad y solidaridad con las y los empobrecidos, pero solo a raíz del asesinato del Padre Rutilio Grande, cuyo compromiso con el pueblo valoraba sinceramente Romero, pudo descubrir las causas de la miseria y represión que vivían las comunidades, campesinos y sus organizaciones. Estos acudían en demanda de su apoyo y él supo acogerlos con decisión.

Como él mismo reconocería, el pueblo lo transformó: “con este pueblo no cuesta ser pastor”.

Este proceso hizo cambiar rápidamente su visión de la misión de la Iglesia, de puramente sacramental y devocional a comprometida clara y decididamente con la causa de los pobres y su liberación. Es decir opción por la Vida, “la gloria de Dios es que el pobre viva” diría.

Todo el compromiso del beato Romero, se enmarca en una radical fidelidad a Jesús. Fue su testigo, asumiendo compromisos que nunca buscó, pero tomó con decisión sintiéndose llamado a ello, asumiendo la persecución, el sufrimiento e incluso la muerte. “Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño. Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, no perecerá jamás” declararía meses antes de su asesinato.

En su última homilía en la catedral de San Salvador, el arzobispo Romero hizo un llamado a las fuerzas armadas de su país, para que detuvieran inmediatamente las masacres que a diario cometían contra la población campesina y urbana, los más pobres de su país. También los sacerdotes, monjas y catequistas eran masacrados.

«¡En nombre de Dios y de este sufrido pueblo, les pido, les ruego, les ordeno, ¡Cese la represión!» rogó a los soldados para que no obedecieran las órdenes de sus superiores cuando les ordenaran matar a inocentes.

Monseñor Romero ya había tomado clara conciencia del genocidio en curso, y no dudó en acompañar las comunidades urbanas y rurales donde fue testigo de horribles matanzas.

Supo acoger el clamor del pueblo, que tanto le amó. Su prédica no cesó en la denuncia, en la defensa la vida humana y en la demanda de respeto por los pobres y sus organizaciones.

Y llegó su hora. El 24 de marzo de 1980, los poderes que el cuestionaba (oligarquía, ejército y gobierno) dieron la orden criminal. Un sicario disparó a ese corazón que tanto amor entregó, mientras oficiaba una Eucaristía.

Por esta muerte martirial Romero se ha convertido en una buena noticia para todos los y las que trabajan por un mundo más justo.

Romero es un testimonio vivo de la multitud de mártires de América Latina; esperanza de un mundo nuevo de solidaridad, justicia y fraternidad.

Su testimonio en defensa de «los más pequeños» fue conocido y valorado en todo el mundo, recibiendo múltiples reconocimientos, llegando incluso a ser nominado al Premio Nobel de la Paz.

El próximo 23 de Mayo será beatificado en San Salvador

Esperamos que la beatificación de Romero sirva para humanizar este mundo

 

 

Frases de Oscar Romero para la reflexión

*        Mi voz desaparecerá, pero mi palabra que es Cristo quedará en los corazones que lo hayan querido acoger.

*        Dios no camina por allí, sobre charcos de sangre y de torturas. Dios camina sobre caminos limpios de esperanza y de amor.

*        Me glorío de estar en medio de mi pueblo y sentir su cariño.

*        La iglesia no puede ser sorda ni muda al clamor de los oprimidos.

*        La muerte del pobre toca el corazón mismo de Dios.

*        Grito en nombre del dolor, para decirles a los criminales, conviértanse.

*        Todo aquel que se preocupa del hambriento, desnudo, pobre, desaparecido, torturado, prisionero, tiene cerca a Dios.

*        No a la tortura a nadie, en ninguna parte, bajo ningún pretexto y en nombre de nada.

*        Quiere Dios salvarnos en pueblo. No quiere una salvación aislada. Y por eso la Iglesia sufre conflictos. Porque la Iglesia no quiere masa, quiere pueblo. Masa es el montón de gente cuanto más adormecidos, mejor; cuanto más conformistas. La Iglesia quiere despertar en las personas el sentido de pueblo

Para conocer más de la vida de Oscar Romero, puede visitar:

http://www.sicsal.net/romero_web.php

EN  SANTIAGO

CELEBRAREMOS A LAS 9.00  am EN EL SANTUARIO PADRE HURTADO

¡¡LOS Y LAS ESPERAMOS!!

 

comiteromero.chile@sicsal.net.

 

 



[1] Aporte del Comité Oscar Romero de Chile del Servicio Internacional Cristiano de Solidaridad con América Latina.