Padre Willy Lee: “Me llevo en mi corazón la alegría que tienen los chilenos, el como enfrentan la realidad, la alegría de la fe y su cariño».

Nos reunimos a conversar con el padre Willy Lee cuando faltan pocos días para su viaje rumbo a Fiji, desde que se conoció la información de que no seguía en la región de Chile se sucedieron las eucaristías y despedidas, una tras otra las diferentes comunidades de la parroquia San Matías fueron expresando al padre Willy su estima, aprecio, cariño y su tristeza por su partida. Así, luego de las innumerables despedidas nos detuvimos a reflexionar respecto a estos 7 años en Chile, su historia de vida y su vocación misionera. William Lee, oriundo de las islas Fiji, es el cuarto de nueve hermanos (seis hombres y tres mujeres), creció en una familia con tradición católica, siendo el testimonio de sus padres muy importante en su vocación, “creo que donde nació mi llamado vocacional es en la familia, creciendo desde pequeño en la fe católica, muy importante lo que he vivido, lo que he visto, especialmente con la fe de mis padres y mis hermanos”. “Rezan en la mañana, rezan al mediodía, rezan en la tarde, antes de dormir. Todos los días a misa, participando y caminando como familia. La cultura en Fiji es muy tradicional, los niños respetan todas las reglas. Lo que tenemos en la vida familiar y muy especialmente es el respeto a los mayores. Como hijos hemos tomado la iniciativa de guiar y vivir nuestra fe: ir a misa solo, rezar solo, participar en la actividad de la iglesia. Yo creo que desde ahí nace mi vida vocacional, yo sentí, cuando tenía 19 años, el llamado vocacional para ser misionero”. ¿Cómo conoces a los Columbanos? He vivido mucho con los misioneros columbanos, estaban en mi pueblo en el norte de Fiji, llegaron igual que a Chile en 1952. Crecí viendo como se relacionaban con la gente, como compartían la vida, como hablaban otro idioma, ahí nació mucho mi interés interior. ¿Qué significó llegar a Chile? En mi proceso de formación con los columbanos yo sabía que iba salir de mi país, de mi cultura a otro lado. Aprender otro idioma y vivir en otra cultura. Tenía ese interés. Hice mi año espiritual el 2001 en Filipinas. El 2002 fui asignado a Perú para hacer mi FMA por dos años. Estuve con la cultura peruana y aprendí el idioma. Tenía un poco de nervio, como enfrentar una nueva cultura un nuevo idioma, pero cuando llegué a Bolivia, para aprender el español, estuve contento, hubo momentos altos y momentos bajos, pero estuve contento. Ahí seguí siempre con la vida misionera, con hambre y sed para cuidar lo que tenía. Al ser ordenado pedí al Consejo General venir a Chile. El Superior me dijo que sí. Nunca había estado en Chile, pero la experiencia que había tenido en Perú y Bolivia sirve por el idioma. Había un desafío grande al llegar. Yo sabía que los chilenos hablan mal español, pero logre y me enseñaron, ahora también hablo mal español. Cuando llegue, para mí lo más importante fue ver lo que pasa, el ambiente cultural. Eso es lo que hice. No conocía a los sacerdotes de acá. Solamente a Miguel Cody, que estaba como Director, llegué a San Matías, poco a poco me fui metiendo en la vida de la parroquia y de la cultura chilena. Cuando me mandaron a la parroquia, me organicé, estuve haciendo cosas en terreno. Mi cultura es muy sociable, mi familia además muy numerosa, entonces no tengo miedo de tocar la puerta. Así es mi forma de ser, desde el 2009 que llegue a San Matías, una parroquia con 9 comunidades, la gente me enseño mucho, aprendí mucho de ellos. ¿Cuáles han sido tus lugares de encuentro con Dios en este tiempo en Chile? Yo encuentro siempre a Dios en la Creación, en la gente, en la realidad que viven, en el ambiente. Encontré a Dios en el silencio, en el momento de reflexión, en el momento de discernir, en el momento de descansar. El Señor no solo está presente en el templo, en la capilla, Dios está presente en todos los momentos de la Creación: en la casa, en la familia, en la iglesia, en la calle, en todas partes y Dios, que vive la vida y la justicia, está presente en la realidad en lo que uno sufre, en los niños que no tienen educación, los que están metidos con drogas, con el alcohol, con la violencia, con el abuso, con la violencia familiar, con la prostitución. Yo veo que está presente y pidiendo que lo muestre a Él a todos los que necesitan tranquilidad y paz, para que sean también miembros de la familia, de una comunidad, de una realidad y donde me anima estar. Veo a Dios en las reuniones, en las visitas de familias, en los enfermos, en los difuntos. Muy importante la presencia, cuando uno está en los momentos difíciles, hay muchas personas que se quieren desahogar, solo para escuchar. Ahí encuentro a Dios, en las personas que nos necesitan. Yo no encuentro solo a Dios en las cosas buenas, yo encuentro a Dios en todos los momentos, en los altos y en los bajos. Dios está presente en los momentos bajos de la vida, porque ahí están los desafíos de uno. Desafíos de un sacerdote, desafíos de un humano, desafíos de una familia. Los momentos bajos son los momentos más bendecidos de la vida, porque desde ahí encontramos y podemos mejorar nuestra vida y tener un mejor mañana. No veo a un Dios de lejos, veo a un Dios que puede conversar con ellos. En los momentos en que uno como que se descarga la batería, ahí voy solo a dar gracias a Dios por la vida, por lo que hago y que me de fuerzas para seguir con mi vocación de sacerdote misionero con la gente. Yo quiero entregar y compartir mi vida con los demás. Esa es la muestra que hizo Jesucristo, compartió su vida, su amor con los demás. Momento altos o bajos que recuerdes y que lleves más profundamente en tú corazón Es muy importante el compartir, vi cómo funcionaban como comunidad. Tenemos 9 comunidades y la gente quería estar en su comunidad y se olvida que es una parroquia, entonces he tratado mucho en estos 7 años, con los temas (misión territorial, una mesa para todos y de la misericordia) nos ayudó mucho para tener una parroquia de unión. No fue fácil, ese es un momento doloroso, el que las coordinaciones de cada comunidad trabajen juntas para que se sientan que son una parroquia, una parroquia de 9 comunidades. No fue fácil, he luchado mucho y he trabajado para que sea la mejor manera para mejorar las relaciones al interior de la parroquia. Hay personas que saben decir las cosas y hay personas que no saben decir las cosas, hay choques, pero hay que saber cómo manejar eso. Trabajamos para cambiar la manera de pensar, porque cuando llegué la gente me decía: "eso es lo que hicimos con el padre y de ahí no cambiamos", pero el tiempo se mueve y hay que buscar maneras de ver como unirnos como comunidad. Tuvimos momentos para discutir, otros andaban en caguines, por lo que tratamos de formar agentes pastorales maduros, que tomen la iniciativa, para seguir formando una comunidad con alegría. A veces caemos a discutir, pero volvemos a lo central gracias a la reconciliación. En una de las misas de despedida, en San Matías, el 19 de diciembre pedí perdón a todos, si alguna cosa que he vivido, que fue un insulto para los agentes pastorales, si olvide algo que había dicho en estos 7 años, si rete a alguien con voz fuerte, quiero pedir perdón a cada uno. Es importante vivir la reconciliación, porque somos humanos no más, no somos perfectos y eso es lo más importante para mí. ¿Y las Alegrías? Son muchas las alegrías, compartir con los niños de catequesis, con los jóvenes, aunque a muchos adultos no le gustan los jóvenes, hay que apoyarlos, no solo en el ámbito de la Iglesia, sino que también para la vida, así se crece y madura, ellos saben hacer las cosas. Yo estoy contento con lo que he vivido y hecho con la gente. No soy persona que este contando lo que hago todos los días, hago cosas calladito. Al final doy gracias a la gente. Les dije, “sigan igual, sigan ustedes la misión. Están formados más años que yo. Digan lo que tengan que decir, no tengan miedo, porque la iglesia ha cambiado tanto. El Papa esta hablando de los laicos, sin ustedes no podemos tener la iglesia”. Estoy satisfecho. Hice lo que podía hacer. Que te llevas de Chile Me voy a llevar muchos buenos recuerdos, fue la primera misión como sacerdotes columbano misionero. Voy a llevar siempre la alegría que tienen los chilenos, los momentos de enfrentar la realidad, la alegría de la fe y el cariño, es lo que voy a llevar en mi corazón. Muy importante han sido los adultos mayores que entregan su vida, los que han sufrido por la edad, un buen recuerdo con ellos que están rezando por mí, yo rezo por ellos. Me llevo buenos recuerdos, aunque no puedo hablar español en Fiji o Australia, espero encontrar alguna comunidad de chilenos o latinos. Voy a tratar de mantener los chilenismos. Que mensaje le dejas a los chilenos y a la familia columbana Solamente el mensaje más importante a la comunidad de San Matías y a la familia columbana, es seguir viviendo la misión permanentemente. Lo que han vivido con los columbanos desde 1952 hasta hoy y los años que vienen, para que sigan con su vida misionera, a mostrar a Dios, no solamente en la casa o iglesia, mostrar a Dios afuera con la gente tratando de vivir la justicia para todos, que es parte de nuestro carisma, a luchar por en una vida digna, a vivir eso. Eso hay que seguir, si creemos en un Dios de justicia, debemos no solo creer sino que decirlo para el bien de todos y todas, para el bienestar de las comunidades y del país.

Nos reunimos a conversar con el padre Willy Lee cuando faltan pocos días para su viaje rumbo a Fiji, desde que se conoció la información de que no seguía en la región de Chile se sucedieron las eucaristías y despedidas, una tras otra las diferentes comunidades de la parroquia San Matías fueron expresando al padre Willy su estima, aprecio, cariño y su tristeza por su partida.

Así, luego de las innumerables despedidas nos detuvimos a reflexionar respecto a estos 7 años en Chile, su historia de vida y su vocación misionera.

William Lee, oriundo de las islas Fiji, es el cuarto de nueve hermanos (seis hombres y tres mujeres), creció en una familia con tradición católica, siendo el testimonio de sus padres muy importante en su vocación, “creo que donde nació mi llamado vocacional es en la familia, creciendo desde pequeño en la fe católica, muy importante lo que he vivido, lo que he visto, especialmente con la fe de mis padres y mis hermanos”.

“Rezan en la mañana, rezan al mediodía, rezan en la tarde, antes de dormir. Todos los días a misa, participando y caminando como familia. La cultura en Fiji es muy tradicional, los niños respetan todas las reglas. Lo que tenemos en la vida familiar y muy especialmente es el respeto a los mayores. Como hijos hemos tomado la iniciativa de guiar y vivir nuestra fe: ir a misa solo, rezar solo, participar en la actividad de la iglesia. Yo creo que desde ahí nace mi vida vocacional, yo sentí, cuando tenía 19 años, el llamado vocacional para ser misionero”.

¿Cómo conoces a los Columbanos?

He vivido mucho con los misioneros columbanos, estaban en mi pueblo en el norte de Fiji, llegaron igual que a Chile en 1952. Crecí viendo como se relacionaban con la gente, como compartían la vida, como hablaban otro idioma, ahí nació mucho mi interés interior.

¿Qué significó llegar a Chile?

En mi proceso de formación con los columbanos yo sabía que iba salir de mi país, de mi cultura a otro lado. Aprender otro idioma y vivir en otra cultura. Tenía ese interés. Hice mi año espiritual el 2001 en Filipinas. El 2002 fui asignado a Perú para hacer mi FMA por dos años. Estuve con la cultura peruana y aprendí el idioma. Tenía un poco de nervio, como enfrentar una nueva cultura un nuevo idioma, pero cuando llegué a Bolivia, para aprender el español, estuve contento, hubo momentos altos y momentos bajos, pero estuve contento. Ahí seguí siempre con la vida misionera, con hambre y sed para cuidar lo que tenía.

Al ser ordenado pedí al Consejo General venir a Chile. El Superior me dijo que sí. Nunca había estado en Chile, pero la experiencia que había tenido en Perú y Bolivia sirve por el idioma. Había un desafío grande al llegar. Yo sabía que los chilenos hablan mal español, pero logre y me enseñaron, ahora también hablo mal español.

Cuando llegue, para mí lo más importante fue ver lo que pasa, el ambiente cultural. Eso es lo que hice. No conocía a los sacerdotes de acá. Solamente a Miguel Cody, que estaba como Director, llegué a San Matías, poco a poco me fui metiendo en la vida de la parroquia y de la cultura chilena. Cuando me mandaron a la parroquia, me organicé, estuve haciendo cosas en terreno. Mi cultura es muy sociable, mi familia además muy numerosa, entonces no tengo miedo de tocar la puerta. Así es mi forma de ser, desde el 2009 que llegue a San Matías, una parroquia con 9 comunidades, la gente me enseño mucho, aprendí mucho de ellos.

¿Cuáles han sido tus lugares de encuentro con Dios en este tiempo en Chile?

Yo encuentro siempre a Dios en la Creación, en la gente, en la realidad que viven, en el ambiente. Encontré a Dios en el silencio, en el momento de reflexión, en el momento de discernir, en el momento de descansar. El Señor no solo está presente en el templo, en la capilla, Dios está presente en todos los momentos de la Creación: en la casa, en la familia, en la iglesia, en la calle, en todas partes y Dios, que vive la vida y la justicia, está presente en la realidad en lo que uno sufre, en los niños que no tienen educación, los que están metidos con drogas, con el alcohol, con la violencia, con el abuso, con la violencia familiar, con la prostitución. Yo veo que está presente y pidiendo que lo muestre a Él a todos los que necesitan tranquilidad y paz, para que sean también miembros de la familia, de una comunidad, de una realidad y donde me anima estar.

Veo a Dios en las reuniones, en las visitas de familias, en los enfermos, en los difuntos. Muy importante la presencia, cuando uno está en los momentos difíciles, hay muchas personas que se quieren desahogar, solo para escuchar. Ahí encuentro a Dios, en las personas que nos necesitan.

Yo no encuentro solo a Dios en las cosas buenas, yo encuentro a Dios en todos los momentos, en los altos y en los bajos. Dios está presente en los momentos bajos de la vida, porque ahí están los desafíos de uno. Desafíos de un sacerdote, desafíos de un humano, desafíos de una familia. Los momentos bajos son los momentos más bendecidos de la vida, porque desde ahí encontramos y podemos mejorar nuestra vida y tener un mejor mañana.

No veo a un Dios de lejos, veo a un Dios que puede conversar con ellos. En los momentos en que uno como que se descarga la batería, ahí voy solo a dar gracias a Dios por la vida, por lo que hago y que me de fuerzas para seguir con mi vocación de sacerdote misionero con la gente. Yo quiero entregar y compartir mi vida con los demás. Esa es la muestra que hizo Jesucristo, compartió su vida, su amor con los demás.

Momento altos o bajos que recuerdes y que lleves más profundamente en tú corazón

Es muy importante el compartir, vi cómo funcionaban como comunidad. Tenemos 9 comunidades y la gente quería estar en su comunidad y se olvida que es una parroquia, entonces he tratado mucho en estos 7 años, con los temas (misión territorial, una mesa para todos y de la misericordia) nos ayudó mucho para tener una parroquia de unión. No fue fácil, ese es un momento doloroso, el que las coordinaciones de cada comunidad trabajen juntas para que se sientan que son una parroquia, una parroquia de 9 comunidades.

No fue fácil, he luchado mucho y he trabajado para que sea la mejor manera para mejorar las relaciones al interior de la parroquia. Hay personas que saben decir las cosas y hay personas que no saben decir las cosas, hay choques, pero hay que saber cómo manejar eso. Trabajamos para cambiar la manera de pensar, porque cuando llegué la gente me decía: «eso es lo que hicimos con el padre y de ahí no cambiamos», pero el tiempo se mueve y hay que buscar maneras de ver como unirnos como comunidad.

Tuvimos momentos para discutir, otros andaban en caguines, por lo que tratamos de formar agentes pastorales maduros, que tomen la iniciativa, para seguir formando una comunidad con alegría. A veces caemos a discutir, pero volvemos a lo central gracias a la reconciliación. En una de las misas de despedida, en San Matías, el 19 de diciembre pedí perdón a todos, si alguna cosa que he vivido, que fue un insulto para los agentes pastorales, si olvide algo que había dicho en estos 7 años, si rete a alguien con voz fuerte, quiero pedir perdón a cada uno. Es importante vivir la reconciliación, porque somos humanos no más, no somos perfectos y eso es lo más importante para mí.

¿Y las Alegrías?

Son muchas las alegrías, compartir con los niños de catequesis, con los jóvenes, aunque a muchos adultos no le gustan los jóvenes, hay que apoyarlos, no solo en el ámbito de la Iglesia, sino que también para la vida, así se crece y madura, ellos saben hacer las cosas.

Yo estoy contento con lo que he vivido y hecho con la gente. No soy persona que este contando lo que hago todos los días, hago cosas calladito. Al final doy gracias a la gente. Les dije, “sigan igual, sigan ustedes la misión. Están formados más años que yo. Digan lo que tengan que decir, no tengan miedo, porque la iglesia ha cambiado tanto. El Papa esta hablando de los laicos, sin ustedes no podemos tener la iglesia”.

Estoy satisfecho. Hice lo que podía hacer.

Que te llevas de Chile

Me voy a llevar muchos buenos recuerdos, fue la primera misión como sacerdotes columbano misionero. Voy a llevar siempre la alegría que tienen los chilenos, los momentos de enfrentar la realidad, la alegría de la fe y el cariño, es lo que voy a llevar en mi corazón. Muy importante han sido los adultos mayores que entregan su vida, los que han sufrido por la edad, un buen recuerdo con ellos que están rezando por mí, yo rezo por ellos. Me llevo buenos recuerdos, aunque no puedo hablar español en Fiji o Australia, espero encontrar alguna comunidad de chilenos o latinos.

Voy a tratar de mantener los chilenismos.

Que mensaje le dejas a los chilenos y a la familia columbana

Solamente el mensaje más importante a la comunidad de San Matías y a la familia columbana, es seguir viviendo la misión permanentemente. Lo que han vivido con los columbanos desde 1952 hasta hoy y los años que vienen, para que sigan con su vida misionera, a mostrar a Dios, no solamente en la casa o iglesia, mostrar a Dios afuera con la gente tratando de vivir la justicia para todos, que es parte de nuestro carisma, a luchar por en una vida digna, a vivir eso. Eso hay que seguir, si creemos en un Dios de justicia, debemos no solo creer sino que decirlo para el bien de todos y todas, para el bienestar de las comunidades y del país.