Testimonio de una Laica Misionera: Huellas en la arena

Vivimos en un mundo al revés donde todos prestan más atención a otras cosas, tales cómo ganar más dinero, cómo tener poder y cómo vivir una vida muy cómoda, mientras que en el otro lado del mundo hay mucha gente pobre que intenta sobrevivir, abandonada, padeciendo  hambre y sufriendo guerras, sin casa propia en donde vivir. Estoy trabajando en un lugar del desierto llamado Alto Hospicio, en el norte de Chile, donde vive mucha gente pobre que está intentando sobrevivir con lo poco que tiene.La mayoría proviene de los países vecinos como Bolivia, Colombia y Perú. Emigraron a Chile con la esperanza de que sus vidas cambiarían y mejorarían. Fuimos a visitar el área llamada “La Toma”, que ocupa un terreno de forma iregular, la gente que vive aquí está tratando de pedir posesión de la tierra, esperando que el gobierno lo conceda. Hay ya mil familias en esta área. Algunos han estado aquí por tres meses y otros un poco menos, pero hasta este momento no han recibido ni consejo ni ayuda del gobierno. Ahora están construyendo sus propias casas. Pero lo más triste es que no hay ninguna garantía de que el gobierno les concederá el terreno, así que hay una posibilidad de que sus casas sean demolidas y todos sus esfuerzos habrán sido en vano.Otra cosa que me da mucha pena es que este lugar solía ser un basural. El suelo es un caldo de cultivo por varias clases de bacterias y algunos niños han caído enfermos como consecuencia de ello. Durante esta temporada de clima frío, algunos están viviendo en una carpa y otros en mediaguas, con paredes hechas de cartón y madera contrachapada, durmiendo en el suelo con apenas un cojín.Pero todavía insisten en quedarse porque no quieren regresar. La lucha para encontrar vida en este desierto es casi tan difícil como encontrar agua, por así decirlo, pues este desierto es el más seco del mundo, y lo que ganan no es suficiente ni para arrendar una casa y pagar la comida, ni para educar a sus niños. La vida aquí es muy dura. No tienen ni agua ni electricidad pero están dispuestos a aguantar todas estas dificultades en la esperanza que un día tendrán su propio lugar llamado HOGAR. Entiendo bien que el sufrimiento es parte de la vida. Sobrevivir es encontrar significado al sufrimiento. A veces, extraemos de lo profundo del sufrimiento mismo, los medios de la inspiración y de la supervivencia. Pero no es fácil decirles que todo estará bien, porque no he experimentado lo que ellos han experimentado. Incluso si me pongo en su lugar todavía será una sensación distinta. Vivir esta realidad con las luchas y los sacrificios que la gente tiene que enfrentar cada día me hace recordar el cuento de las huellas en la arena en donde un hombre camina con Dios en la arena y mientras él mira atrás se da cuenta de que en sus momentos más difíciles, cuando más necesitaba a Dios, solo veía un par de pisadas. Dios lo tranquiliza diciendo que en aquellos momentos fue Él quien le cargaba en sus brazos, dejándolo saber que en sus momentos más difíciles Él estaba aún más cerca, cuidándole. Me di cuenta de que la misión no se trata simplemente de recitar versículos de la biblia, diciendo a la gente que todo va a estar bien y después marcharme, se trata de acompañar a la gente y ser representantes de Dios, asegurándolo de que Él está siempre presente a través de la gente que está dispuesta a dar su tiempo y esfuerzo en ayudar, por pequeño que sea. Todo forma parte del gran recorrido en la arena. Nuestro equipo cuenta con un sacerdote Columbano, un diácono, nosotros los laicos misioneros y algunas monjas e intentamos ayudar a la gente en nuestra propia y modesta medida. Le visitamos, escuchamos sus luchas y necesidades e intentamos darle apoyo espiritual. Dado que este lugar es todavía nuevo, estamos planificando una misa cada domingo y quizá en el futuro ofreceremos formación, actividades y talleres que les ayudarán a sobrevivir en su situación actual. Espero que esto llegue a cumplirse con la gracia de Dios. Creo que la oración y haciendo algo de mérito pueden marcar una diferencia en el mundo. Lo considero como un gran reto en mi caminar como misionaria. Dejo que los acontecimientos de vida fluyan libremente y agradezco las lecciones que he aprendido.Me abandono a Dios quien me dará la fuerza y la inspiración para realizar mi misión. Me gustaría terminar con un pensamiento de San Francisco de Asis – “Comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás haciendo lo imposible “. Gilda Laica Misionera Alto Hospicio

Vivimos en un mundo al revés donde todos prestan más atención a otras cosas, tales cómo ganar más dinero, cómo tener poder y cómo vivir una vida muy cómoda, mientras que en el otro lado del mundo hay mucha gente pobre que intenta sobrevivir, abandonada, padeciendo  hambre y sufriendo guerras, sin casa propia en donde vivir.

Estoy trabajando en un lugar del desierto llamado Alto Hospicio, en el norte de Chile, donde vive mucha gente pobre que está intentando sobrevivir con lo poco que tiene.La mayoría proviene de los países vecinos como Bolivia, Colombia y Perú. Emigraron a Chile con la esperanza de que sus vidas cambiarían y mejorarían.

Fuimos a visitar el área llamada “La Toma”, que ocupa un terreno de forma iregular, la gente que vive aquí está tratando de pedir posesión de la tierra, esperando que el gobierno lo conceda. Hay ya mil familias en esta área. Algunos han estado aquí por tres meses y otros un poco menos, pero hasta este momento no han recibido ni consejo ni ayuda del gobierno.

Ahora están construyendo sus propias casas. Pero lo más triste es que no hay ninguna garantía de que el gobierno les concederá el terreno, así que hay una posibilidad de que sus casas sean demolidas y todos sus esfuerzos habrán sido en vano.Otra cosa que me da mucha pena es que este lugar solía ser un basural. El suelo es un caldo de cultivo por varias clases de bacterias y algunos niños han caído enfermos como consecuencia de ello. Durante esta temporada de clima frío, algunos están viviendo en una carpa y otros en mediaguas, con paredes hechas de cartón y madera contrachapada, durmiendo en el suelo con apenas un cojín.Pero todavía insisten en quedarse porque no quieren regresar. La lucha para encontrar vida en este desierto es casi tan difícil como encontrar agua, por así decirlo, pues este desierto es el más seco del mundo, y lo que ganan no es suficiente ni para arrendar una casa y pagar la comida, ni para educar a sus niños.

La vida aquí es muy dura. No tienen ni agua ni electricidad pero están dispuestos a aguantar todas estas dificultades en la esperanza que un día tendrán su propio lugar llamado HOGAR. Entiendo bien que el sufrimiento es parte de la vida. Sobrevivir es encontrar significado al sufrimiento. A veces, extraemos de lo profundo del sufrimiento mismo, los medios de la inspiración y de la supervivencia. Pero no es fácil decirles que todo estará bien, porque no he experimentado lo que ellos han experimentado. Incluso si me pongo en su lugar todavía será una sensación distinta.

Vivir esta realidad con las luchas y los sacrificios que la gente tiene que enfrentar cada día me hace recordar el cuento de las huellas en la arena en donde un hombre camina con Dios en la arena y mientras él mira atrás se da cuenta de que en sus momentos más difíciles, cuando más necesitaba a Dios, solo veía un par de pisadas. Dios lo tranquiliza diciendo que en aquellos momentos fue Él quien le cargaba en sus brazos, dejándolo saber que en sus momentos más difíciles Él estaba aún más cerca, cuidándole. Me di cuenta de que la misión no se trata simplemente de recitar versículos de la biblia, diciendo a la gente que todo va a estar bien y después marcharme, se trata de acompañar a la gente y ser representantes de Dios, asegurándolo de que Él está siempre presente a través de la gente que está dispuesta a dar su tiempo y esfuerzo en ayudar, por pequeño que sea. Todo forma parte del gran recorrido en la arena.

Nuestro equipo cuenta con un sacerdote Columbano, un diácono, nosotros los laicos misioneros y algunas monjas e intentamos ayudar a la gente en nuestra propia y modesta medida. Le visitamos, escuchamos sus luchas y necesidades e intentamos darle apoyo espiritual. Dado que este lugar es todavía nuevo, estamos planificando una misa cada domingo y quizá en el futuro ofreceremos formación, actividades y talleres que les ayudarán a sobrevivir en su situación actual. Espero que esto llegue a cumplirse con la gracia de Dios.

Creo que la oración y haciendo algo de mérito pueden marcar una diferencia en el mundo. Lo considero como un gran reto en mi caminar como misionaria. Dejo que los acontecimientos de vida fluyan libremente y agradezco las lecciones que he aprendido.Me abandono a Dios quien me dará la fuerza y la inspiración para realizar mi misión. Me gustaría terminar con un pensamiento de San Francisco de Asis – “Comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás haciendo lo imposible “.

Gilda

Laica Misionera

Alto Hospicio