Vivir a y por Cristo, respirar a Dios y ser testigos su Reino: un llamado a amar. Gonzalo Bórquez Díaz, sacerdote columbano.
Si miramos la foto que está arriba, y nos hacemos la pregunta ¿que encontramos ahí? Podríamos decir a simple vista que hay un lindo toldo con la dirección de la página web de los columbanos, un par de pendones que por lo demás están muy bien realizados, en los cuales encontramos también una oración y algunos hitos de la sociedad misionera de San Columbano. Encontramos también algunas sillas vacías y una mesa bien decorada con material vocacional. Si has llegado a hacer esta descripción, en un sentido no te preocupes mucho, es lo que todos de alguna forma vemos. Ahora bien, en lo personal creo que acá hay mucho más que lo ya mencionado, acá hay una clara invitación de parte de Dios a todos y a todas a continuar una historia, a ser testigos de un Reino y a ser Iglesia desde una perspectiva especial: La vocación misionera, en la sociedad misionera de San Columbano.
Sin dudas que la vida misionera es lo más hermoso que Dios ha regalado a la Iglesia, es una vida llena de experiencias de Dios, es una vida en donde se aprende a conocer a Dios, se aprende a amar a Dios, se aprende a respirar a Dios, se aprende a conversar de Dios, se aprende a reconocer el amor que Dios me tiene y que es tan profundo que me lleva a entregar y a dar ese amor gratuitamente porque Dios nos ha amado primero, es un llamado a descubrir sus huellas en toda la humanidad, en el mundo entero.
Nadie asegura que es un camino fácil, pero al final del día puedo decir que te lleva a encontrar algo de Dios en la vida, es decir una dicha y una felicidad, que es difícil de describir en unas pocas palabras. La vida en si no es fácil pero la gracia está en que en esa dificultad encontremos el deseo de seguir y de salir adelante. El amor no es solo en el tiempo de buenaventura, el amor también es amar incluso en los tiempos en que la noche se hace impenetrable y misteriosa. En esos momentos es cuando hay que estar más atentos al llamado de Dios, es cuando hay que estar abiertos a salir de nosotros mismo y escuchar la voz del amado.
La vocación misionera sacerdotal es un atreverse a mirar con amor al mundo, es un atreverse a salir de uno mismo para salir al encuentro de otro que es habitado por Dios. Es el encuentro de dos seres habitados por Dios que buscan desde diversas perspectivas seguir a Dios y ser testigos de su Reino de justicia, paz, igualdad, fraternidad, pero por sobre todo es un llamado a amar y eso es lo que nos debe mover para seguir anunciando a Jesús y seguir llevando su esperanza hacia las periferias.
Amigo, es un llamado para acompañar, para estar y para aprender de las culturas, de las cosas sencillas de la vida, es un llamado para contemplar y ser místicos de la vida activa. A ser contemplativos del amor de Dios, donde quiera el que tus vayas y desde la perspectiva a la que sientas que él te llama, nada sobra, más todo aporta, puesto que Dios está en todo y se vale de todo para hacer presente su Reino. El asunto no está en las grandes proezas, las que pueden causar mucha satisfacción y holgura, el asunto es estar abiertos con mucha sensibilidad en los detallitos de la vida, en los pedacitos de Reino que encontramos día a día, en las resurrecciones de lo cotidiano, en el vivir a y por Cristo.
Lo único que puedo decirte a ti que no desees que ese stand que está en la foto siga vacío, que si quieres que esté lleno, te atrevas a amar, te atrevas a vivir como hermanos y en comunión con Cristo y que te atrevas a nombrarlo a Él. Si eso es lo que deseas en la vida atrévete a comunicarte con nosotros y mirar que es lo que Él quiere de ti.
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