Hoy me desperté con lágrimas, llevo varios días muy consternado por los incendios que ya han consumido cerca de 300.000 hectáreas y que tienen a medio Chile viviendo en el infierno, pero hoy no pude contener más la impotencia, la angustia y la mucha rabia que me invade después de ver que un poblado entero de más de 1000 casas fuera consumido por las llamas.
Impotencia por ver y saber que nada podemos hacer hasta que los incendios sean controlados por las personas que saben hacerlo. Mi primer impulso fue “voy a ir a algún lado a tratar de ayudar a apagar el fuego”, sin embargo, sé por experiencia que uno puede representar más un problema que una solución, como sucedió con 8 personas que queriendo ayudar quedaron encerradas entre llamas y tuvieron que ser rescatadas por policías.
Angustia de sentir y pensar en el trauma que significa para las personas ver como todo lo que poseen, incluso sus vidas están siendo cercadas y amenazadas por el fuego. Angustia de saber que miles de animales no han podido escapar de las llamas y que ecosistemas completos han sido destruidos.
Pero por sobre todo, ¡¡tengo mucha rabia!! Mucha rabia ante la desidia de las autoridades, ante la poca o nula capacidad de quienes gobiernan para actuar preventivamente, la poca preparación de estas mismas autoridades para tomar decisiones acertadas en los plazos correspondientes. No puede ser que, ante una emergencia de este tipo, y a pesar de los muchos indicadores y los llamados de los expertos y autoridades locales a actuar, recién después de 3 días el gobierno decidiera hacerlo. Rabia de que todos supiéramos que esto podía pasar y muy pocos hicieron algo para evitarlo. Rabia también del aprovechamiento político y mediático que se está haciendo de los incendios: los políticos mezquinos tratando de sacar ventajas electorales y posicionar sus figuras, mientras que los medios tratando de obtener sintonía con el drama de quienes han perdido todo o farandulizando la tragedia dándole más importancia al avión y a quienes lo traen o pilotean, que a las necesidades de los afectados.
Rabia también, porque esta tragedia no es fortuita ni gratuita, esta tragedia ha sido provocada, no solo por aquellos que provocaron los incendios intencional o accidentalmente, sino que es fruto de una concepción de desarrollo, un modelo de gobierno que privilegia el mercado y la ganancia por sobre las personas y los demás seres vivos. Los movimientos ambientalistas, indígenas y ciudadanos llevan años denunciando y previendo que esto sucedería. Por eso están siendo acusados de terroristas, de opuestos al desarrollo, criminalizados y perseguidos.
Las autoridades hablan hoy de un país en sequía producida por la desertificación y el cambio climático, sin embargo, la realidad es que esto es solo parte del problema, pues incluso en muchas zonas donde las lluvias son intensas y permanentes como en Chiloé, Osorno, La Araucanía y otros, las comunidades ya no pueden cultivar ni hacer agricultura, y están siendo abastecidas de agua potable durante los meses de verano por camiones aljibes. El factor común de estas zonas es que hoy están siendo invadidas por plantaciones forestales.
En Chile desde el año 1974 se ha promovido y financiado por parte del estado, un modelo de monocultivo forestal que ha arrasado con los bosques nativos; se ha apropiado de territorios de cultivo que por generaciones sustentaron una agricultura campesina sustentable y las economías locales, y que alimentaba a toda la población del país; ha usurpado tierras ancestrales de las comunidades indígenas, secado o contaminado las aguas, impidiéndoles desarrollar su cultura tradicional, incluso las prácticas de sus medicina. Este modelo forestal, que no solo ha ocupado con sus plantaciones de pinos y eucaliptus los territorios, sino que también ha desplazado o empobrecido las comunidades que los ocupan, solo ha servido para enriquecer un puñado de familias (no más de 5) a costa de las poblaciones más vulnerables. Comparaciones realizadas entre los lugares donde se han instalado estos monocultivos y donde viven las familias más pobres calzan perfectamente. Es decir, por donde se expanden estos monocultivos se expande la pobreza, y no solo eso, también se desplazan a los habitantes hacia los centros urbanos y allí pasan a engrosar los barrios más pobres y precarios.
Los bosques de árboles nativos tan ricos y diversos en este país, siempre han sido vistos como un pulmón para sus habitantes, pero también son grandes acumuladores de agua, sustentan la diversidad de especies, mantienen el clima, entregan alimento, maderas y medicinas, además de deleitarnos con su belleza. Sin embargo, han sido sustituidos por plantaciones de pinos y eucaliptos. Las características de estos monocultivos es que son árboles que crecen rápidamente y por tanto consumen grandes cantidades de agua, secando las napas que mantienen la humedad de los terrenos, no permiten el crecimiento de otras especies porque acidifican y erosionan el suelo, además de dejar mucho material seco y altamente combustible en él. Estas características los conviertes en lugares de alto riesgo de incendio, sin embargo, están cercando muchas ciudades y pueblos pues las empresas han aprovechado hasta los últimos espacios disponibles sin las medidas de seguridad mínimas para salvaguardar las poblaciones aledañas.
Mi sensación ahora al escribir esto es que, a pesar de la rabia, la frustración, la angustia y la impotencia que siento, lo que necesitamos es encontrar formas de apoyar. En lo inmediato aportar en todas aquellas campañas de recolección de víveres, agua y dinero para ir en apoyo de las familias y de las/os voluntarios que están en los lugares afectados. También unirnos en oración para que esto pueda ser controlado y que no se pierdan más vidas humanas y de otros seres. A mediano plazo visitar, acoger y acompañar a los/as afectadas en la reconstrucción de sus viviendas, comunidades y economías. Nosotros con diversos amigos y amigas estamos organizándonos para en un par de meses más poder acompañar a alguna comunidad en los procesos de superación de trauma y de vivir el duelo. Pero lo que siento más necesario en el corto, mediano y largo plazo es que como sociedad tomemos conciencia del modelo de desarrollo y sociedad en que estamos viviendo en donde lo que manda es el mercado por sobre la vida, necesitamos derogar y transformar todas aquellas leyes, como el decreto 701 que promueve el modelo forestal actual, y ponerlas al servicio de la vida. Termino esta idea con la frase del Papa:
“El cuidado de los ecosistemas supone una mirada que vaya más allá́ de lo inmediato, porque cuando sólo se busca un rédito económico rápido y fácil, a nadie le interesa realmente su preservación. Pero el costo de los daños que se ocasionan por el descuido egoísta es muchísimo más alto que el beneficio económico que se pueda obtener.” (LS36)
César Correa Valenzuela
Oficina de Justicia Paz e Integridad de la Creación
Sociedad misionera de San Columbano