Laicos Misioneros, una huella de la presencia columbana en Chile

Durante este año los Laicos Misioneros Columbanos presentes en nuestra región finalizaron su tiempo de misión. Un tiempo de encuentro profundo con la cultura chilena y con el pueblo de Dios.  

En el mes de agosto se realizó  la despedida de Oisin, Laico Misionero, que vivió su tiempo de misión en la comunidad columbana en Alto Hospicio. La eucaristía la presidió el padre Daniel Harding, quien agradeció a Oisin su testimonio y compromiso junto a la comunidad del norte. Al finalizar todos los presentes bendijeron a Oisin para que Dios acompañe esta nueva etapa que inicia al volver a su hogar. 

A comienzo de agosto se realizó la despedida de Bernardita Donoso, quien tras 16 años, finalizó su tiempo como Laica Misionera Columbana. Realizó su misión en Inglaterra y en nuestro país. Seguirá unida al quehacer columbano en el Centro Misionero.       

A comienzo de año terminaron su tiempo en Chile los filipinos Lorna, Gilda y Michel, además del irlandés Kevin Sherin, en la despedida que los Columbanos le hicieron se generó un momento para compartir, de manera franca y fraterna, su sentir en estos años en Chile.  

La despedida de Lorna, Gilda, Michel y Kevin se inició con este encuentro entre los Laicos y los sacerdotes columbanos y asociados, momento en que el padre Miguel Hoban, Director de la región, agradeció su presencia en Chile y los ánimo a compartir lo que fue sido su experiencia misionera en Chile.  

El primero en hablar fue Kevin Sherin, quien volvió a Irlanda para posteriormente asumir responsabilidades en el Gobierno central de los Laicos Misioneros en Honk Kong. Kevin contó que en Irlanda buscaba hacer algo más con su fe. Luego de un tiempo de discernimiento  decidió seguir con el programa de los Laicos Misioneros, siendo Chile su primera opción, «No conocía Chile, solo información de la dictadura. Me fascinó cuando leí más del país. Gracias a Dios fue mí lugar de misión».  

El llegar a Chile implicó un cambio grande en relación a su vida laboral, señaló Kevin, «fue un gran cambio, ya que mi trabajo era muy ordenado, muy estructurado. Y cuando llegue a Chile fui a Valparaíso, no sabía qué hacer. Me costó mucho. Los primeros meses fueron difíciles para encontrar mí lugar en la misión. El padre Tom estaba en ese lugar y la gente nos ayudó mucho.  «Es la gente que hace la misión para uno. En las cosas pequeñas encontré mí misión, encontré mucha fe, ahí encontré a Dios», contó a los presentes.
De su relación con la gente resalta que «Yo aprendí de su fe, me sentí acogido por las comunidades. Fui catequista de niños, trabajé en el tema medioambiental con los microbasurales y que valorarán la naturaleza. Fue una experiencia muy positiva para mí».
Kevin volvió a Santiago el 2015. En un comienzo le costó pero el trabajo en el Centro Misionero le dio esa estructura que estaba buscando y «me ayudó para hacer talleres y entregarlos en las parroquias. Trabajé visitando a la gente, adultos mayores. Todo fue muy bueno». 

Finalizó con sentidas palabras «Echaré mucho de menos a Chile. Él me está guiando, aunque a veces es difícil saber hacia dónde me lleva».

Gilda, por su parte, relató su tiempo en Alto Hospicio, señaló que fue una experiencia con muchos desafíos, especialmente en el idioma, ya que no quería cometer errores. El desafío mayor durante su permanencia en Santiago, fue el idioma y que la cultura es muy distinta.
Trabajar en Iquique fue una bonita experiencia. «Tenía personalmente muchos desafíos, especialmente en el idioma. En está experiencia mí fe en Dios es más profunda. He conocido a más gente y la cultura. Estoy agradecida. Hay muchas cosas de mí personalidad que surgieron y que antes no sabía. Estoy feliz, no hay remordimiento, hay una razón para estar en Chile. Es parte de la vida, hay alegrías y sufrimiento, fue una decisión y yo quiero la alegría».
Lorna, en tanto, señaló que su experiencia en Iquique con el padre Miguel ayudó mucho. «Durante su permanencia en Iquique hubo buena relación con la gente. Estos momento no solo los ayudan a ellos. Con el idioma nos ayudó mucho los encuentros con los niños y las familias. Enseñar a los niños nos ayudó mucho para conocer la cultura y el idioma». Respecto a la la experiencia pastoral señaló que «es un buen equipo. Muchas veces visitábamos juntas las casas. Vimos y compartimos con el  trabajo de los sacerdotes cuando desalojaron a un campamento. Nos motivó a luchar con los migrantes y por quienes están en las tomas».

Michel, contó que cuando llegó a Chile aprendió mucho con la familia que lo acogió. «Sentí mucho amor, estuvieron conmigo para compartir la cultura chilena y mí cultura. Me costó mucho después del programa el tema del idioma en la parroquia. Participaba con los niños, con los acólitos, con los adultos mayores. Los acompañaba en sus encuentros». Señaló que posteriormente en su permanencia en la parroquia Nuestra Señora del Rosario, «la transición no fue fácil. Tengo compañeros y la interculturalidad no fue sencillo, pero estoy contento con mí servicio, con la gente, con lo que realicé».

El padre Miguel resaltó «la importancia que tuvieron, una experiencia de fe. Su fe en otra cultura, vivir su fe en la iglesia de Chile. El misionero tiene que vaciarse dispuestos a soltarse, abrirse a la presencia de Dios en otra cultura. Al irse llevan su experiencia de Dios a otra cultura».
Les recordó que «tienen una fuerza que ya han adquirido, una espiritualidad misionera», y valoró que  «la interculturalidad es una riqueza para Chile, sabemos llevarnos bien. Es una bella experiencia de fe y de Iglesia».
Finalizó sus palabras deseándoles «que les vaya muy bien. La gente los ha querido en Chile. El agradecimiento de los Columbanos de Chile por su presencia y servicio en nuestra comunidades. Los extrañaremos, espero que en el futuro contemos con la presencia de los misioneros laicos, siendo que nosotros fuimos los primeros que aceptamos a los laicos».